Por José María Peiró
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“El amor es la fuente de la virtud, porque nos hace querer ser mejores para el otro y para nosotros mismos.” (Platón)
Entendemos la erosión como el desgaste o pérdida de suelos, tierras y rocas por la acción del agua, el hielo, el viento y cambios térmicos y bioquímicos.
Evitarla o reducirla es acción loable y necesaria para conservar suelos (agrícolas y forestales) en buen estado y proteger entornos humanos, propiciando, en general una vida mejor a muchos niveles.
De alguna forma se puede mirar la erosión como una metáfora del desgaste humano, no tanto el corporal con el decurso de la existencia gradual hacia la vejez, que también, sino en los planos anímicos del ser humano.
De forma similar a como unas malas prácticas en el manejo de suelos conducen a su deterioro, un cultivo personal deficiente o erróneo, malos hábitos de vida, van desgastando el corazón del hombre.
También existen procesos naturales que destruyen la capa fértil del suelo. Y análogamente sucede con las adversidades de la vida que nos pueden golpear duramente.
Humano, humus y humildad tienen raíces comunes.
El humus se forma lentamente por la agregación al suelo de materia orgánica procedente del propio ecosistema que sustenta, con lo cual este último es, a su vez, actor generador del mismo. Digamos que el humus es portador de fertilidad. Es una riqueza propiciadora de vida.
La humildad no es necesariamente servilismo y postración. El árbol es altivo, literalmente, ya que se yergue desde sus raíces en el suelo, con su fuste y ramerío hacia las alturas, proporcionando cobijo y microclima favorables para muchos seres vivos, aportando a la tierra su desprendida materia de hojas, ramillos, cortezas, flores y frutos que son integrados en el suelo que estructuran favorablemente sus raíces junto con la actividad de muchos seres vivos para formar humus.
La mayor parte de los suelos agrícolas, se formaron anteriormente por la presencia de bosque. Han podido conservar medianamente su fertilidad con un manejo adecuado.
Hoy en día eso es una rara excepción debido a prácticas incompatibles con la conservación de la fertilidad.
Volviendo a lo humano, con las adversidades inherentes de la vida el alma se puede desgastar o erosionar.
Se plantea la pregunta relativa a un 'reverdecimiento' de lo humano cuando se aridifica y desertiza. Es decir, ¿es factible expresar metafóricamente la recuperación, regeneración, desarrollo y autoconstrucción personal atendiendo a esa similitud de la humildad y el humus con las mejores cualidades de la condición humana?
Mi parecer es que sí, que lo mejor que albergamos tiene que ver con el amor. Y al igual o similar al humus, el amor se va generando poco a poco, no como materia sino más bien como energía que irradia nuestro ser. La forma de conservarlo, tiene su paralelismo con un cuidado y buenas prácticas de conservación. El cultivo virtuoso con actitud vital generosa tienen que ver con las respuestas al interrogante.
El título de la revista sintetiza muy bien la reflexión. Se requiere virtud, cultivarla, trabajarla y revolucionar el corazón.
En este último mes del año se celebra la Navidad, con un profundo significado de renacimiento que resalto para terminar este breve apunte de lo humano, su erosión y posibilidad de regeneración.
José María Peiró
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