Reflexiones sobre el triunfo de Trump

Publicado el 1 de diciembre de 2024, 12:24

Por Alfredo Carreras, lector de VyR

Tiempo estimado de lectura: 8 min

 

Recientemente, como de todos es sabido, hemos asistido al nuevo triunfo de Donald Trump. La incredulidad por su victoria por amplísima mayoría es grande. Había muchas ilusiones en que la candidata demócrata, Kamala Harris, pudiera imponerse, o al menos el resultado fuera ajustado, lo que no ha sido así. 

 

El éxito del candidato republicano debe valorarse como el declive, por un lado, de las llamadas fuerzas progresistas o de izquierdas, cuyos  discursos de apoyo a las minorías raciales y sexuales, al feminismo institucional y otros valores del pensamiento woke-que ha olvidado la lucha de clases sin diferencias raciales o sexuales- están dejando de calar en el electorado, ya no sólo el masculino, el de los hombres blancos con empleos precarios  y situación marginal, que se sienten olvidados por su condición sexual y desprotegidos por los demócratas, sino por sectores crecientes del electorado femenino y sectores raciales de las llamadas minorías, que le están dando la espalda a esa especie de victimismo que no deja de ser un paternalismo, un proteccionismo de quienes, en el fondo, se consideran superiores.

 

El progresismo o izquierdismo está, hoy por hoy, en retroceso, también por supuesto por la hipocresía que se gastan, pues pese a su aparente pacifismo, es clara su defensa de la OTAN, su participación en guerras e invasiones, su defensa con la boca chica al imperialismo del Israel de Netanyahu , por ejemplo, genera un evidente descontento entre la población que no ve que en la práctica resuelvan ninguno de sus problemas.

 

Sin embargo esto no debe llevar a una posición de defensa de tales posturas. Ante la decadencia evidente del sistema mundo, los graves problemas de todo tipo que nos asolan, desde el económico al demográfico, al individual y social, con el aumento evidente del suicidio o los trastornos psicológicos y la ingesta de psicofármacos por el vacío existencial impulsado desde las alturas y que hemos aceptado, hasta los problemas ecológicos múltiples: sequías, inundaciones, desforestación, pérdida de acuíferos...parte de la población está comprando el discurso nacionalista e identitario.

 

Decepcionados por la globalización capitalista, que está volviendo a aumentar las desigualdades tras unas décadas de retroceso de la pobreza, vuelven sus esperanzas al Estado nación, al proteccionismo, o, en nuestro país, a los nacionalismos periféricos y sus mitos, como los Países Catalanes, sueño de los nacionalistas e independentistas de Cataluña, sin olvidarnos del ascenso del nacionalismo español con fuerzas como Vox.

 

Estamos viviendo, a nivel global, una situación que tiene similitudes-si bien no es idéntica- a los años veinte y treinta, incluyendo el clima prebélico de guerra mundial donde ya distintos países van advirtiendo a su población para que se vayan preparando para lo peor. Es decir se vuelve a poner sobre la mesa la salida nacionalista y/o patriótica, las banderas identitarias de lengua, "raza" y otras. 

 

Nuevamente no hemos aprendido de la historia. La mayoría de la población sigue aferrada a esperanzas , evadiéndose de la realidad histórica, en oligarquías locales, ese absurdo de que los amos de nuestra propia tierra van a ser más "majos", más "buenos", menos explotadores... Desconociendo la historia de que todo nacionalismo, patriotismo e independentismo, todo Estado nación existente o por crear es una forma de imperialismo, cuya meta es crear nuevos imperios, convertirse en potencia, expoliando y encuadrando, en primer lugar, a la población local.

 

No hemos sido capaces de reconstruir una nueva fuerza alternativa, revolucionaria, proletaria, en el sentido de reconocernos como objetos, como mercancías de usar y tirar, como piezas de recambio de una maquinaria infernal que nos engulle y tritura en el día a día. 

 

Y esta ceguera, este retorno al error nacionalista e identitario como falsa salida y liberación de la globalización capitalista, genera un panorama sombrío, un futuro oscuro, el de nuestra decadencia, el de nuestro colapso y caída como especie. Esperemos que aún se pueda revertir y que pueda alumbrar una opción alternativa internacionalista o universalista de nuevo cuño.

 

Alfredo Carreras

 

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