El duelo urgente de hacer la revolución

Publicado el 1 de diciembre de 2024, 12:24

Por Antonio de la Fuente

Tiempo estimado de lectura: 20 min

 

 

"La destrucción del pasado es quizás el más grande de todos los crímenes"

"Echar raíces es quizás la necesidad más importante e ignorada del alma humana. Es una de las más difíciles de definir. Un ser humano tiene una raíz en virtud de su participación real, activa y natural en la existencia de una colectividad que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro. Participación natural, esto es, inducida automáticamente por el lugar, el nacimiento, la profesión, el entorno. El ser humano tiene necesidad de echar múltiples raíces, de recibir la totalidad de su vida moral, intelectual y espiritual en los medios de que forma parte naturalmente.

“Hay desarraigo siempre que tiene lugar una conquista militar, en este sentido, la conquista constituye casi siempre un mal.”

“ Aún sin conquista militar, el poder del dinero y la dominación económica pueden imponer una influencia extraña hasta el punto de llegar a provocar la enfermedad del desarraigo."

Simone Weil. Extractos de Echar Raíces.

 

 

 

 

 

 

 

Es cierto que si alguien debería hacerlo, esos serían los jóvenes. Pero la juventud ha vivido y crecido en las familias de cómodos asalariados bienestaristas, y en las cárceles adoctrinadoras de la enseñanza pública, y lo que menos se preguntan ahora es por la eliminación de la Bestia, que dan por hecho necesaria e imprescindible, porque tampoco les enseñaron de historia, por tanto ni de futuro. En los adultos recae pues la inmensa tarea de ofrecerles verdad y sentido. Pero en los jóvenes siempre duerme la chispa de la vida, que resurge espontánea e inesperadamente como un recordatorio entre la ceniza que inunda todo, como hemos podido ver durante la catástrofe de Valencia.

 

El paradigma actual de la sociedad y en especial de la producción en el sistema industrial estatocapitalista de la Bestia se podría definir como una huida hacia adelante sin precedentes, en tanto que en los tiempos que corren atravesamos un periodo de escasez de recursos, de crisis multifactoriales y de fin de un periodo histórico. Una huida impuesta desde los poderes a sus obedientes obreros neo esclavos asalariados de la gente común, que a pesar de constatar la disfuncionalidad de todo lo que se hace, se propone y se financia por parte de las hojas de ruta de los que nos dirigen en el camino, no vislumbran otras posibilidades de acción que no pasen por exigir, siempre exigir, a los “políticos” un cambio de rumbo que mire por el bien de todos y de algunos sectores como el primario. No han dejado caminos que recorrer fuera de toda la maquinaria legislativa y regulatoria del aparato de la Bestia. No han dado puntada sin hilo. La Bestia, que ostenta el monopolio de las armas, y que lo destruye todo a su paso huyendo, prefiere morir de éxito que soltar la bolsa. Prefiere “tener razón a ser feliz”. Y la gente común imita su marcha por la amenaza represiva a la que se someten en caso de desobediencia al aparato coercitivo. Muchos ya han tirado la toalla desesperadamente y se dirigen hacia su propio acantilado, porque no les queda fuerza ni creatividad para romper la baraja, y en vez de huir hacia la derrota, enfrentarse por fin e ineludiblemente de frente a la Bestia de las dos cabezas.

 

Si hay algo, una causa humana primaria que nos empuje a luchar, esa siempre fue, siempre, el amor. El amor a la tierra, a la vecindad que comparte nuestro día a día, a los amigos, a la familia, a la pareja, pero sobre todo el amor a los hijos, los valores que les transmites y el futuro que les dejarás. Y, si pensamos dónde ha quedado esta cuestión en el mundo actual, algunos ya obtenemos una respuesta rápida. Ya también podemos entender el afán de la Bestia en destruir aquella cosmovisión con su adoctrinamiento continuo muy bien pagado, para desvirtuar la esencia de la condición humana más elemental y biológica. Véase, la ideología de género, el feminismo -que ha dejado el amor como un vestigio- el hedonismo, el solipsismo y el individualismo más narcisista. Esas cuestiones parecen ser las más importantes para la gente común ahora. Falta mucho amor y sobran muchas redes sociales.

 

Una de las dificultades primeras que se da en la conciencia de la gente para pensar poder cambiar el orden establecido de dominación, es que nadie quiere aceptar que el modelo de vida basado en la comodidad actual, hiper consumista, consecuencia de la petrolificación de la vida, y de la delegación de nuestras responsabilidades en el ejercicio de nuestra libertad puesta en los estados de bienestar, se tiene que acabar por haber superado el límite material y espiritual aceptable. Material porque acabamos con los recursos, espiritual porque hemos descendido a lo más bajo de la humanidad. Y nadie quiere aceptarlo. Aunque sean conscientes de que nada funciona. Nadie quiere pagar el precio del esfuerzo. Un precio que sería inverso. Ya que más bien sería un regalo, una gran oportunidad. Una oportunidad que todo reto ofrece para el resurgir de nuestras cenizas. Es hacer un gran duelo. Un duelo compartido. Compartido con la gente común que nos rodea. Y para ello hay que recorrer todas las fases del duelo, pero antes debemos empezar por lo primero. Y el duelo es, primero de todo, esfuerzo. Esfuerzo por ser honestos, esfuerzo por romper el mal hábito, esfuerzo para ser creativo, esfuerzo para arriesgarse, esfuerzo para soportar el dolor, la hecatombe, esfuerzo para hacernos responsables de cada una de nuestras acciones y no acciones, en definitiva, para volver a amar al mundo. Y eso pasa, si se es honesto en la reflexión, por desear eliminar la forma de dominación del Estado. Un duelo al modelo de vida estatólatra y bienestarizado. A no ser que queramos ser presa del duelo dirigido por la Bestia, diseñado para nosotros, para volver a caer en las trampas de la historia de nuevo. Y después, entender que el duelo de eliminar al Estado nos va a llevar a una vida completamente nueva, modelos de vida austeros, que necesitan menos para tener más, perder comodidades y requerir mucha fuerza y resistencia, pero será un esfuerzo inconfundible, libre y apasionado, prodigioso, y no el esfuerzo vacío, sin sentido y descabezado del esclavo moderno que somos.

 

Después vendrá cada una de las fases de ese duelo: la negación, la confusión, la ira, la negociación, la depresión, la aceptación, y hacer la Revolución.

 

En la negación llevamos mucho tiempo atrapados, como he explicado antes, sabemos que la Bestia nos esclaviza, domina nuestra mente, pero no queremos arriesgarnos, entonces nos contamos a nosotros mismos todo tipo de excusas, como forma inconsciente de defensa. No lo queremos ver.

 

En la confusión, en la que llevamos mucho tiempo también, entramos y salimos especialmente cuando ocurren tragedias sociales como lo ocurrido en Valencia o durante la pandemia. Pierdes un poco la noción de realidad y de perspectiva, y tampoco sabes qué hacer, generando emociones de frustración y desengaño. La confusión, y la permanencia en ella, es el gran método de manipulación mental generado a través de la disociación cognitiva. Quien desea manipularte, que es en quien has depositado la confianza y el amor, -véase tu pareja o tus padres cuando eras niño, o el Estado- te manda dos mensajes opuestos al unísono, creando confusión en tu mente. Es la doble moral usada siempre por el poder. La ambigüedad constante de sus relatos. Se utiliza en los medios de comunicación, en los discursos de los políticos, o en las materias de las escuelas públicas. Son todas las religiones políticas.

 

Después vendrá la ira, entrando poco a poco en las fases más activas del proceso. Una vez uno desea poner esfuerzo real en comprender la realidad tal cual es, comienza a entender el gran engaño en el que ha vivido, y empezará a hacerse varias preguntas ¿ Porqué he sido tan idiota en creer todo aquello que me prometieron ?, ¿ porque me sigo dejando engañar por esta ideología, por estos políticos, etc ? ¿ Es que soy idota de verdad ? ¿ por qué no he podido hacer nada ante esta injusticia ? ¿ por qué me ha tocado a mi esto ? ¡ Todo se va a la mierda ! ¿ Ya no voy a poder sacar dinero de esto o aquello como había pensado, como me dijeron ? ¿ Voy a morir sin ver los coches volar como me prometieron ? ¡ Todo el esfuerzo de toda mi vida para ahora volver atrás, volver a ser pobre ! Estas preguntas aparecen de sorpresa y te asaltarán reflexiones que siempre te habías hecho pero que dejaste atrás, y ahora resuenan fuerte en tu conciencia. Hay mucho malestar, desengaño, ansiedad y buscas culpables allá donde sea, justificaciones, etc.

 

Entonces viene la fase del dolor, que es cuando comprendes que tu has podido ser uno de los culpables de que aquello sucediera, empiezas a entender tu parte de la responsabilidad. Te echas en cara tu indiferencia, desinterés, tu egoísmo, tu animalidad, tu falta de valores, tu gran hipocresía, tu cobardía, tu comodidad, etc, tu falta de responsabilidad con respecto a tus hijos o seres queridos. Crees que podrías haber hecho muchas cosas. Pero no hiciste nada, solo huir hacia delante.

 

La tristeza es la fase más peligrosa del proceso porque puede que si no superas el dolor y la ira generada te quedes atrapado en la inacción y eso te lleve a la depresión. Has de tomar distancia sin perder el camino, siendo consciente que es parte del proceso y es natural sentirse así. Utiliza tu esfuerzo para no dejarte llevar y dar tiempo al tiempo, no te pongas fecha para acabar con él.

 

La aceptación. Aquí es donde comienza por fin a verse la luz al final del túnel. Asumes la realidad y empiezas a sentirte capaz de gestionar todas las emociones que llegan por haber perdido aquel sueño en el que vivías. Es el punto de inflexión en donde empieza la bajada en tu proceso traumático. Notas todavía atisbos de ira y de ansiedad, pero ya comienzas a ver que una nueva vida, una nueva cotidianidad basada en el hacer y en el reto de la creatividad, se viene. Llega el ansiado momento de volver a caminar. Caminar con otra mirada.

 

Es el momento de la fase final, hacer la Revolución. Notarás que no es nada fácil, que parece que has perdido la forma, pero lo que realmente necesitas es aplicar una serie de cambios en tus rutinas, cambios que vienen generados por esa pérdida, la pérdida de tu comodidad, la pérdida de tu búsqueda de goce y felicidad constante, la evitación del dolor, de cuando perdiste la responsabilidad de tus asuntos. La vida debe continuar, y has entendido que no ha de continuar a cualquier precio, al precio de nuestra libertad y de nuestra esclavitud. El precio lo vas a poner tú, y ese es tu esfuerzo. Que ahora si vas a encontrar el tiempo para ello. Para darle la prioridad que se merece. Hay que empezar a actuar, a ser sujeto activo en nuestra historia y mirar al frente. ¡ Qué fácil decirlo y qué difícil hacerlo ! No existe otra alternativa si se quiere seguir avanzando por el a veces doloroso y fatigoso camino de la vida. Un último consejo para esta fase final: considera que no puedes seguir hacia adelante con la revolución solo con tus propios medios. Busca ayuda en los que ya la comenzaron, o la quieran empezar a hacer, pero ten cuidado de no caer en las mismas trampas con distinto collar y asegúrate de llegar a los afines a la Revolución integral.

 

Uno de los ganaderos con el que tuve el gran placer de trabajar, un chaval joven, nobilísimo, que recogió el testigo de su padre, otro gran pastor, ambos amantes de su labor, me decía un día de pastoreo en la montaña, harto y desesperado ante las circunstancias que tienen que afrontar con los ataques del oso a su ganado y los demás problemas de la ganadería actuales que qué pecado había cometido para tener esta desgracia.

 

Y no es que él fuera creyente. Ante esa pregunta que él se hacía, yo pensé varios días hasta que me llegó una respuesta: el pecado fue comer de la manzana envenenada. Fue creer en sus mentiras. Coger el dinero y huir. El Estado los engañó para hacerles creer que les estaban ayudando. El Estado es una máquina de mentir, de manipular, ahora ya lo sabemos todos, pero no hacemos nada.

 

Pero también me pregunté ¿quién soy yo, para juzgar ahora así a los demás?, si yo también mordí la manzana creyendo aquel mensaje de la Bestia que me incitó a vivir sin responsabilidades, pensando solo en mí, sin crear nada que perdurará en el tiempo y dar un ejemplo al mundo que tanto nos necesita. ¿Qué hacía yo cuando era joven? Yo siempre fui un rebelde con causa, pero algo me faltó comprender más profundamente, que ahora sí creo comprender. En la vida hay que esforzarse mucho, no huir del dolor. Pero hay que saber esforzarse por un motivo que nos nutra, como individuos y como comunidad, un esfuerzo que sirva. Hacer un servicio al mundo. Para que ese esfuerzo repercuta en mí y en un nosotros. Y que lo más importante es el Amor, darlo a toda costa aunque nos equivoquemos, aunque nos duela, aunque desgraciadamente nadie nos haya enseñado bien lo precioso que es. Lo precioso de estar acompañado en la vida, sin que por ello se menoscabe nuestra libertad e independencia. Y que los hijos son el gran tesoro del mundo. Es el amor convertido en vida, en fuerza, en fruto natural que deviene sustrato para la futura vida y alegría en la tierra. Y negar esto es negarse la vida, la alegría y prepararse para un futuro en soledad, depresivo, sin vida, aterrador. Es negar la raíz de la vida.

 

Muchos perdimos ya nuestras raíces por un mundo moderno que ya proclamamos sin futuro, vacío de sentido. Parecía que nunca íbamos a morir, por tanto no necesitábamos dejar nada, ¿para que? ¿Para quién? Como si todo, se nos ofreciera para el goce y el placer infinitos. Era nuestro derecho. Después de tanta hambre y guerra.

 

Recuerdo aquel movimiento juvenil que se conoció en el 15M que se llamaba Juventud Sin Futuro. ¡ Pero qué gran error y trampa en la que caímos! Aquel era el sin sentido de nuestro tiempo. Yo ahora proclamo el movimiento juvenil de la Juventud con Futuro. La Juventud con sentido. La juventud del nadie es más que nadie. La Juventud del amor. Una Juventud que por fin ha visto las trampas y que no luchará por más libertinajes y narcisismos camuflados de revoluciones falsas, sino por una libertad con responsabilidad y el reparar la tierra olvidada de nuestras raíces humanas.

 

Yo ya no soy ese joven. Pero con 47 años me he convertido en pastor, he probado a restaurar mis raíces, después de 4 años intentandolo desde que me di cuenta que mi amor por la montaña, mi pasión de ir a dormir al monte y vivir en ese contacto con la roca, la hierba, el aire, los cielos, los animales salvajes -que pude disfrutar practicando la escalada desde muy joven, un deporte que en realidad sintetiza esa filosofía de vida en el campo, de épica y amistad, en un deporte, y de la que ahora me rio por no llorar, por ser una caricatura de su originalidad, por tanto, tiempo perdido sin ser de utilidad- . También mi pasión por la vida rural, que ya ejercía, me llevó a ello. Y conocer a algunas personas que habían elegido ese camino. Esa pasión atávica que me perseguía, desde los ancestros pastores ibéricos.

 

¡ Por supuesto, los pastores inventaron el alpinismo ! Fueron los que condujeron a los hombres y algunas mujeres de las clases altas, que nada sabían, a subir las cumbres que anhelaban por mera satisfacción y placer, y deseo o déficit de belleza, que probablemente no tenían en sus vidas entre papeles en la urbe.

 

Pues pensando por qué no había yo empezado antes con esto, por qué no me di cuenta antes, pensé que sí me di cuenta, pero algo me impidió ver que esa era una forma de vida digna y satisfecha. Quizás también porque era algo muy lejano a mi, que no había vivido de niño, y que no podía acercarme a ella después.

 

Pero el Estado aquí también trabajó duro para conseguir que nadie pensara en hacerse pastor. Además de que expulsaron a las gentes de las montañas para llevarlas a los centros industriales durante el franquismo, y se terminaron de apoderar de sus tierras y bienes comunales, tanto como sus asambleas concejiles -cosmovisión ésta que provenía de la gran virtud humana de las gentes humildes de la sociedad rural tradicional- convencieron a todos los futuros obreros bienestarizados de que aquello era un trabajo y una vida denigrante, de paleto, y de pobre. Pero la lucha del poder contra las gentes libres de la sociedad rural tradicional es cosa de mucho antes. Por eso, es normal que nadie quiera ese tipo de vida ahora, cuando el mundo va en otra dirección, la del acantilado. Por eso, para mí, el pastoreo es una forma de lucha política desde la base, desde la raíz.

Antes los pastores en el monte, pasaban frío y calor, pero se reunían para comer y beber, para cantar juntos, jugar y tocar, escribir y leer, pensar, soñar y amar a sus maridos o mujeres y a sus hijos, que subían a las majadas a pasar los meses más cálidos, donde en aquellas cabañas se criaron familias de hasta 5 o 6 hijos, que solo vivían del poco ganado que mantenían. Desde luego, algo estamos haciendo mal. Si la teoría del progreso es esto, nos la han metido hasta el fondo.

 

Ya lo dijo Simone Weil: Un sistema social está profundamente enfermo cuando un campesino -o un pastor o un artesano, añado- trabaja la tierra con la idea de que es campesino porque no es lo bastante inteligente para llegar a ser maestro -o influencer, u otros oficios que básicamente no sirven para nada o para poco, añado-

 

Y ya lo decía el Quijote: "Los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos."

 

Ahora todo son quejas, las quejas de los moribundos que no quieren seguir por una senda que les lleva al fracaso y al olvido, a la falta de respeto por el trabajo de generaciones sin que les permitan nada más que obedecer la dictadura de los hipócritas, bajo el mandato de la Bestia. Es mandar a nuestros pocos hijos a servir al progreso, a la Bestia. Todo son quejas mientras no hagamos el duelo. Hagámoslo todos juntos.

 

 

Antonio de la Fuente.

Noviembre de 2024.

 

 

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