La mujer de Sócrates

Publicado el 1 de noviembre de 2024, 8:00

Por Jesús Trejo

 

“A Kiko y todos los hombres y mujeres represaliados por el Estado interior: la inmoralidad”

Tiempo estimado de lectura: 12 min

 

“Porque tú lo vales” slogan de la marca L’oreal

 

 

La lucha contra la opresión requiere también logística y mantenimiento. “Hacer por la vida” es una frase hecha para referirse a una parte decisiva de la existencia consciente, la de sustentarse como individuo y reproducirse en el ciclo vital, y se suele presentar como antagónica de la otra pulsión de la condición humana, “hacer por la muerte”, es decir, ser dueño de tu destino como ser finito, y decidir la forma en que llegamos a nuestro final anunciado. En realidad, son dos partes integrales de la faceta humana: Eros y Tánatos son las dos divinidades en las que se ha compendiado la unidad de contrarios que conformamos, como en tantas cosas propias de nuestra esencia bipartida, y de ahí las tres heridas con que venimos al mundo que cantaba el poeta: la vida, el amor y la muerte1. Eros mira a la tierra, es concreto y táctico, Tanatos mira a lo lejos, es abstracto y estratega.

 

Las sociedades con Estado que desde hace más de 6000 años sesgan el curso de la historia, implantaron el dualismo simplista en todos los órdenes políticos y de pensamiento, como corresponde a su estructura funcionarial con cadena de mando, y propiciaron la ruptura de la unidad interna erotanática, además de desvirtuar su contenido. En el caso concreto de la asignación de roles de género, para optimizar la explotación sobre los sometidos, dividió las tareas de gobernanza según el rendimiento de los sexos: los hombres, al ser más fuertes físicamente, fueron destinados a la guerra y a los trabajos más duros y penosos, mientras a la mujer se la reservó para tareas más livianas que le permitieran compaginar la actividad con la crianza. Porque la producción, la guerra y la natalidad son asuntos de Estado, y con ellos juegan las elites según sus intereses estratégicos. Esta aberración histórica ha sido utilizada por la intelectualidad de género con una falacia naturalista, argumentando que los hombres representan la muerte y la destrucción, mientras las féminas son la viva imagen de la vida y la concordia. Una vez más, se olvidan de dos cosas: por un lado, del poder coercitivo estatal, y por otro, de la capacidad insurreccional de la virtud, resumida en el verso de León Felipe: “nuestro oficio no es nuestro destino”2

 

Como característica propia del ser no fijado3, con libertad para construir su destino, la elección de lo que cada uno quiere llegar a ser está parcialmente condicionada por el poder estatal y sus estructuras adoctrinadoras, al igual que otra condición relativa es marcada por la esencia concreta individual, en sus diversos aspectos: familiares, históricos, de clase, culturales y por supuesto, sexuales. Porque por supuesto que la estructura cromosomática influye de manera importante en la concepción del mundo y en la actitud ante los problemas, y deberíamos valorar de manera desprejuiciada qué parte esencialista-biológica y qué parte ambiental-culturalista hay en el mito del eterno femenino tal y como se ha expresado en la experiencia histórica: con sus honrosas y brillantes excepciones, las mujeres han sido prácticas, funciona(ria)les y acomodaticias, además de emotivas y volubles (“la donna è mobile” de Rigoletto).

 

Un caso proverbial es la mujer de Sócrates, el pensador ateniense que en su madurez opta por cantar las cuatro verdades del barquero a sus decadentes convecinos para estimularles a superar su abandono como seres humanos. Esta actividad no lucrativa de Sócrates hace que Xantipa (“la rubia”) le estuviera siempre increpando y azuzando, lamentándose de su suerte por haberse topado con un calzonazos, que lo único que hacía era vagar por las calles sin oficio ni beneficio, y no aportando nada de provecho a su hogar.

 

El “hacer por la vida” que le reclamaba su esposa al pensador ateniense parece haber chocado con el preexistencialista “ser-para-la-muerte” de nuestro querido maestro. Y sin embargo, en esta socarrona dialéctica de la existencia, parece que lo que ha dado esperanza y por tanto vitalidad a la humanidad, es esa postura desprendida de lo material de la que hizo gala el animoso filósofo. En todo caso, hay que decir en favor de Xantipa que ella nunca denunció a Sócrates ante la “boulé”4, y que estuvo a su lado durante el proceso que le condenó a muerte por “corromper a los jóvenes con pensamientos impíos”

 

Nosotros, que no nos consideramos dignos de equipararnos con el filósofo ático, pero que intentamos igual que él hacer “paridas” reflexivas5, experimentamos igualmente la inmoralidad de nuestro referente social, y sufrimos estoicamente sus consecuencias, con la cicuta de la censura, el ostracismo y en ocasiones, la represión directa de la dictadura de género.

 

Este tercer condicionante, aparte de los antedichos, que forma parte insobornable en las personas, y que aún no han podido conquistar los aparatos del Estado, es la moral, la última trinchera humana. El Estado contemporáneo se ha hecho una máquina formidable porque se ha interiorizado, y se hace aceptando el corpus legislativo y coercitivo, pero la asunción de leyes positivas lo que hace es vaciar al individuo de leyes autoproclamadas, de principios éticos que regulen su actuación. Un estado de derecho propicia un individuo sin principios, un individuo marxista: “Soy un hombre de principios, si no le gustan, tengo otros” como decía Groucho Marx.

 

El nazismo rosa que ha tomado rango de ley desde la inocentada6 del año 2004 con la LIVG, como instrumento represivo para domesticar a la parte corajuda de lo masculino, y fidelizar a las féminas al Estado y al trabajo “liberador” (como rezaba a la entrada de los campos de concentración7), ha aprovechado lo poco detallistas que son los hombres para propiciar el ventajismo y la prevaricación en el mundo interior de las mujeres, con el victimismo de los malos tratos. Se ha instaurado la dictadura de las formas, como antaño gustaba criticar desde la izquierda a las convenciones burguesas . y aferrándose a la literalidad lingüística, arguye que los hombres son propicios a los actos violentos, porque según la RAE, “implica una fuerza e intensidad extraordinarias”. Dado que se ha feminizado la cultura, el criterio de juicio dominante ahora es el de la perspectiva de la mujer posmoderna (frágil y delicada), y el ímpetu varonil es anatemizado. Ahora basta con que una mujer “sienta” haber sido mal tratada para que automáticamente entren en funcionamiento los protocolos represivos y punitivos.

 

Vivimos en un mundo desquiciado, donde el trabajo asalariado embrutece y aliena hasta enloquecer, y donde los nervios están a flor de piel. La batalla de la productividad que se libra en las empresas exige incorporar más elementos de control sobre el trabajo, más presión en la ejecución de las tareas y más obsesión por lograr los objetivos marcados. Con la diferencia de que ahora el trabajador, hombre o mujer, está aislado de sus iguales, dada la dispersión física entre los trabajadores manuales y el teletrabajo entre los trabajadores intelectuales, y ya no hay tanta oportunidad de exorcizar el diablo cotidiano después de la faena entre los compañeros como se hacía antaño. Ahora te lo llevas a casa, y saltan chispas.

 

Hay mujeres que se han dejado seducir por la oportunidad que le brinda esta dictadura apenas encubierta bajo el estado de derecho del 78, y en nombre de su sacrosanta libertad, o sea, porque les sale del coño, han denunciado al padre de sus hijos, alegando sentirse amenazadas o ultrajadas en alguna desavenencia doméstica por unas palabras altisonantes, una actitud alterada o simplemente, por un pedo. Me recuerda al chiste del trabajador que comparece ante el juez acusado de blasfemar e insultar a un compañero en el trabajo, y él irónicamente da otra versión de lo que le dijo: “Hombre, manolo, ten cuidado con el hierro fundido que me lo has vertido por la espalda y, sinceramente, es incómodo”. Pues así estamos hoy, haciendo delictivas actitudes que simplemente son salidas de tono de gente exasperada por tensiones convivenciales, dentro de un sistema de explotación y dominación política que rompe el equilibrio mental. El problema es que el victimismo, que ha instigado la ley, ha anulado la autocrítica de la parte femenina en los conflictos de pareja, y además, propio del ambiente felicista y no problemático de nuestros tiempos, ha optado por delegar en las instituciones estatales a que solucionen el desaguisado, abriendo expediente maltratador con una simple llamada de teléfono.

 

Muchas de estas féminas del “maltrato 0”, intransigentes con los “micromachismos”, se sitúan además subjetivamente en el lado ultrarrevolucionario y transgresor del espectro ideológico. Otras mujeres, sin embargo, teniendo un perfil político más tradicional o claramente socialdemócrata, han optado por resolver los conflictos con el padre de sus hijos de manera consuetudinaria, sin apelar a las instituciones ni a sus fuerzas de seguridad, porque en última instancia han entendido y sentido que los hijos necesitan a sus padres, aun cuando entre los progenitores haya distancia y encaramiento. No nos quedemos en los discursos, miremos los comportamientos.

 

Esto es de aplicación tanto a mujeres como a hombres. Porque la perversión y el interés particular que hay detrás de la inmoralidad estatólatra también es aprovechada por hombres que no pagan pensiones de manutención, que tienen conductas de abandono de responsabilidades domésticas, o que aprovechando su posición de poder, actúan como sátrapas con las mujeres que les rodean, como ha mostrado recientemente el “travieso” boyscout Errejón. Y es el Estado contemporáneo, con sus múltiples cabezas terribles, el máximo valedor de las conductas individualistas del beneficio personal, siempre que se hagan a costa de los demás, a fuerza bruta o manipulando voluntades, cosificando a las personas, haciéndolas un medio para su fin. El Poder se mantiene gracias a nuestra perversión, y por eso gasta sumas colosales en excitarlas.

 

De los genitales de cada sexo pueden salir muchas cosas, puede salir vida y también muerte y perversión, al igual que puede salir violencia defensiva y violencia arbitraria y opresora.

 

Hoy día, gracias a la estatalización de la vida occidental, predomina el “lado oscuro de la fuerza” que surge de los órganos sexuales, y por eso nacen menos niños, porque se han desvirtuado las estructuras del placer que sostenían la reproducción, haciéndolas un fin en sí mismas, como mero disfrute o como mera patología, propiciando la mercantilización de lo afectivo y lo reproductivo. Solo con un esfuerzo consciente de recuperación de la virtud podremos superar el marasmo catastrófico a que nos vemos abocados con la presencia del estado dentro de nosotros, con la inmoralidad legislativa.

 

Una revolución axiológica que vuelva a recuperarnos como seres afectuosos, convivenciales y dialogantes, dentro de nuestra imperfección y limitaciones, es lo que permitirá recuperar la unidad dialéctica erotanática en cada ser humano, y superar la brecha abierta alevosamente entre los sexos desde las alturas del olimpo institucional. Tener algo por lo que morir es la manera más excitante y erótica de vivir, y no hay enemigo más mortífero que la hidra estatal. Así que enfrentarse a todas sus terribles cabezas es la forma más apasionante de ir a nuestro final con la frente bien alta y erecta, como polvo enamorado.

 

 

Jesús Trejo

 

 

 

1 “Llegó con tres heridas” Miguel Hernández, en “Cancionero y romancero de ausencias”.

2 “El cristo…es el hombre” León Felipe.

3 Feuerbach hizo valiosas aportaciones a la antropología filosófica (“la esencia del cristianismo” “principios de la filosofía del futuro”) que luego fueron recogidas por Karl Marx en los grundisse, donde define al hombre como animal no condicionado por sus instintos, aunque luego más tarde , en El capital, parece que se autodesdice al obsesionarse con la productividad laboral como elemento decisivo de la condición humana, al que fielmente le han seguido todos los practicantes marxistas cuando han llegado al poder.

4 La boulé era el órgano ejecutivo de la asamblea, que entre una y otra convocatoria decidía en asuntos importantes como los jurídicos. Estaba compuesta por 500 ciudadanos, que eran elegidos anualmente.

5 La mayeútica era el método socrático para hacer nacer las ideas entre sus atribulados conciudadanos, mediante preguntas que exacerbaban las contra(di)cciones ideológicas. La palabra viene del oficio que según él tenía su madre: partera.

6 Esta ley se aprobó el 28 de diciembre del año 2004 con la complacencia de todo el espectro político del hemiciclo.

7 “Arbeit macht frei” fue la frase acuñada en la entrada de muchos campos de concentración, la cual curiosamente era de ascendencia socialdemócrata, concretamente de la república de Weimar, para animar a la desencantada clase trabajadora a volver a engancharse a la brutalidad de la fábrica. No en vano el partido de Hitler era nacionalsocialista.

 

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