Por Alex de Asturias (lector de VyR)
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Hace ya tiempo que no les presto mucha atención a los detractores de lo cinegético, siempre con ese empeño en hacer a los demás sentir lo mismo que ellos. Ese movimiento animalista que pone a las personas a la altura de los animales para que se vayan amoldando a la vida que les espera al otro lado de la traílla que sujetan las garras del Estado.
Detrás de esa imagen que venden de preocupación por los animales, esos pobres animales indefensos, está el verdadero rostro de esas corrientes, que es el interés económico, en forma de ayuda o subvención, son regados los entramados de este tipo de asociaciones u organizaciones relacionadas con el “bienestar animal”. Casi siempre gente de ciudad que solo conoce los animales que ve por televisión o las desgraciadas mascotas que tiene la gente en la ciudad.
Generan todas estas corrientes un asaz movimiento de dinero en forma de alimentos para mascotas, vestimentas para adornar al bicho según la ocasión lo requiera, todo tipo de parafernalia para tener al animal en un piso como si de un peluche se tratase (colonias, champús de todos los aromas, jaulas de transporte, cojines, y unos artilugios repelentes para no tener que recoger y limpiar sus deposiciones) es decir, todo lo necesario para despojar a la mascota de su condición animal. Y es que a mí me resulta inverosímil la cantidad de cosas que necesita la gente para tener un perro, gato, cerdo, camaleón o la especie de moda en ese momento.
En mi niñez si querías un perro solo necesitabas un collar y una cadena, y su alimentación se basaba en sobras y arroz que se cocinaban cada dos días en la cocina de leña, por supuesto no se les dejaba entrar en casa porque su sitio era la calle. A estas alturas cada vez que voy a la ciudad o al núcleo urbano más cercano solo veo perros castrados genital e instintivamente que no desarrollarán nunca lo que llevan escrito en su ADN: el perro de caza solo será feliz cazando o tumbado junto al fuego y los perros de trabajo como los malinois, los border collie o los mastines, si sufren la calamidad de acabar como una mascota pasarán toda su vida sin saber cuál es su lugar en el mundo.
Si con el asunto de humanizar a tus mascotas no ha sido suficiente, tienen estas corrientes otras formas de llevarte a su terreno, para eso está la prensa del régimen. En el momento necesario se encargarán de atacar con sus noticias adecuadamente maquilladas para vilipendiar a los colectivos cinegético o ganadero. En manos de la prensa afín a estos movimientos, el lenguaje se utiliza de forma subversiva, las hembras gestantes de cualquier especie pasan a ser mamás que dan a luz a sus bebés (aunque de ratas se trate), por poner un ejemplo, y solo salen a la luz las noticias que puedan ser útiles para sus intereses.
Pero pongo en duda que este movimiento sea el único causante del declive que sufre la caza en estos momentos. Poner el rendimiento económico por encima de todo, o dejar atrás la idea de que la caza es una actividad cinegética ancestral que deberíamos de practicar más personas, pueden tener algo que ver. El abandono de lo rural para vivir en ciudades desde luego que no ayuda y la cantidad de actividades de entretenimiento que hay hoy en día también son puntos en contra, la juventud de hoy en día ya no lleva en el maletero del coche la escopeta y la caña de pescar.
Te tiene que gustar mucho el monte y la burocracia, además de tener mucho tiempo libre, para hacerte cazador porque simplemente sacarte una licencia de armas o de caza ya te puede llevar bastante tiempo y dinero, sin entrar en detalles de cuanto tendrás que trajinar para entrar en una sociedad de cazadores o comprar los derechos de caza de un animal en una reserva.
Muchas veces he oído eso de que la caza es de ricos, y desde luego algunas actividades de la misma, sin dinero nunca las alcanzarás, al menos dentro de la legalidad vigente.
Que interesante sería un permiso de caza por subsistencia, mientras los jabalíes los matan los coches a diario en las carreteras de Asturias, incluso en las autovías causan accidentes a pesar de los cercados que las protegen. A la hora de matar ese zorro sarnoso y moribundo que ronda tu casa deberás de tener en cuenta las distancias de seguridad respecto de los caminos y las casas, que sea un día hábil para ello, que no te encuentres en ese 70% de la superficie asturiana con una denominación especial por motivos ecológicos, has de rezar porque un turista no te vea apretar el gatillo apuntando a esa alimaña y finalmente te tendrás que esconder para hacerlo y no caer víctima del afán recaudatorio del Estado. Así mismo, no podrás matar esos gatos asilvestrados o domésticos, ya que en ningún momento se facilita el control de depredadores o especies sin interés cinegético, viendo como sus poblaciones van en aumento a pesar del daño que hacen a las especies silvestres IRREEMPLAZABLES que con ellas conviven.
El Estado es especialista en desbaratar todo aquello que fagocita, y lo relacionado con la caza y las armas es un claro ejemplo de ello. Si bien la caza nos puede dar una mayor autonomía como hombres libres y un mayor poder sobre la gestión de nuestras propiedades, las armas son otro punto a tener en cuenta.
Debería de haber un cetme en cada hogar..., ya no digo tanto como un cetme, pero que la mayoría de la población no tenga ni escopeta, da que pensar en el rumbo que lleva nuestra libertad y la responsabilidad de proteger lo que nos corresponde legítimamente. Ahora mismo las licencias de armas son una concesión del Estado a la que puedes optar si cumples los requisitos que ellos te dictan, lejos quedan los años veinte cuando te comprabas un arma en la ferretería, igual que cualquier otra herramienta, y una vez realizada la transacción económica pasaba a ser de tu propiedad privada. La industria armera daba trabajo a un alto número de personas. A día de hoy solo nos queda una fábrica de escopetas que exporta al extranjero casi la totalidad de su producción.
El registro de armas por parte del Estado solo garantiza su confiscación a los usuarios legales, mientras cada día el número de armas en manos de delincuentes va en aumento. El afán de acabar con la caza para la población civil pasa también por quitarte las armas de las manos, si no cazas no las necesitas, y para tiro deportivo te sirve aire comprimido o un tirachinas, que así no pones nervioso al cacique de turno.
Es fácil medir el grado de libertad de un país relacionándolo con la política de armas que tiene, solo hay que ver como están ahora los países que llevaron a cabo el desarme civil hace unos años, o echar un vistazo a la historia de los gobernantes que prohibían a sus ciudadanos tener y usar armas.
Termino este escrito con una frase que me dijo un maestro armero del ejército español, amante de las armas, si, pero también de la libertad, que reza así:
Nada aterroriza más a un gobierno corrupto que un pueblo con armas.
Alex Asturias
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