Editorial 23: Incendios en California, África for USA

Publicado el 1 de febrero de 2025, 8:00

Equipo de redacción

[Tiempo estimado de lectura: 10 min]

 

El recién estrenado 2025 celebrará el 40º aniversario de la publicación del sencillo We are the world del colectivo de artistas norteamericano «Usa for Africa». En 1985 Estados Unidos estaba en su máximo apogeo como imperio de alcance planetario. Las bases militares y portaaviones del Pentágono señoreaban el mundo y su gran rival, la Unión Soviética, estaba a punto de expirar. Los obesos ciudadanos del país de las barras y las estrellas alcanzaban niveles de consumo material nunca imaginados en la historia de la humanidad. En un alarde de presuntuosa opulencia, un rico empresario musical afroamericano, Quency Jones, produjo una canción facilona que se convertiría en número uno de ventas en todo Occidente gracias a dos razones brillantes. La pegadiza tonada globalista (imperialista más bien) Nosotros somos el mundo la cantaba a coro una selección de los artistas musicales pop más famosos de la industria; no había farmacias, licorerías ni supermercados de la droga en toda California capaces de abastecer la demanda de autodestrucción y hedonismo de personajes como Michael Jackson, Bruce Springsteen, Diana Ross, Cindy Lauper o Stevie Wonder. La otra gran idea fue barnizar este burdo negocio monetario con la pátina de un propósito noble, altruista y solidario: ayudar económicamente a los africanos.

 

¿A qué África pretendían ayudar? Ese «África» al que auxiliaban las estrellas del pop no existía en el mundo real, sino en la imaginación de los norteamericanos y de sus medios de comunicación de masas. La percepción de África era la de un lugar terrible, asolado constantemente y en todas partes por la guerra y las hambrunas, epidemias como el sida y frecuentes desastres naturales. Los millones de africanos constituían un bloque monolítico en las ignorantes mentes de Norteamérica. Todos los africanos eran iguales. Igual de negros. Igual de hambrientos. Igual de desgraciados. Igual de incapaces, así que necesitaban del paternalismo occidental que les ofrecían las oenegés de los blancos, tan superiores como ricos y solidarios. Los beneficios de la dichosa cancioncita fueron destinados íntegramente (se supone) a paliar el hambre y las enfermedades en África. En toda África… Es cierto que enviaron mucho dinero a ese continente, dinero que, al parecer, se lo repartieron los altos funcionarios de los diferentes estados africanos que recibieron tan generoso donativo de los ingenuos y prepotentes estadounidenses.

 

Han pasado cuatro décadas y muchos africanos que estén leyendo las noticias a través de su teléfono móvil estarán pensando que es muy probable que EE. UU. sea quien necesite hoy día la ayuda de los pueblos africanos. Igual que nosotros, los africanos contemplan en sus pantallas las dantescas imágenes de los incendios que asolan California. Contemplan la incapacidad de un Estado tan sumamente rico en recursos materiales y tecnológicos para controlar y extinguir un incendio. Contemplan cómo centenares de desarrapados se entregan al pillaje aprovechando el caos y el desconcierto que cientos de miles de funcionarios de policía armados hasta los dientes son incapaces de evitar. Contemplan cómo las enormes y lujosas mansiones del país más rico del mundo son en verdad casas de papel que arden como ramas secas. Contemplan por qué las millones de piscinas construidas y rebosantes de agua no sirven para apagar el fuego, pero sí ayudan a que se generen incendios por la desertización. Contemplan cómo ni siquiera los artistas del cine, la televisión y la música que residen en Hollywood están a salvo del fuego purificador. Contemplar todo esto nos induce a pensar que Estados Unidos de América se está tercermundizando. Occidente es el nuevo «Tercer Mundo»1.

 

Hay que lamentar 29 víctimas mortales. Más de 150.000 personas evacuadas de sus hogares. 16.000 hectáreas de terrenos arrasados por las llamas. 16.000 viviendas calcinadas. 35.000 negocios afectados. 250.000 millones de dólares en pérdidas materiales… Ni los 14.000 bomberos desplegados ni los 1.400 camiones ni los 84 aviones antiincendios utilizados han sido suficientes para apagar las llamas de un país reducido a cenizas a causa de su propia incompetencia.

 

¿De quién es la culpa? De los vientos de Santa Ana... ¿Es que nunca antes había soplado el viento en California? Y, por supuesto, del cambio climático provocado por los gases de efecto invernadero, una «teoría científica» respaldada por científicos… pero no por la ciencia. ¿Soluciones? Cerrando un perverso círculo vicioso de 40 años la única solución que han hallado es que Lady Gaga, Katy Perry y otros artistas de la música comercial ofrezcan un concierto solidario el 30 de enero, un espectáculo denominado «FireAid» («ayuda para el fuego»), una actualización del concierto «Live Aid» («Ayuda en Directo») celebrado de manera simultánea en Londres y Filadelfia el 13 de julio de 1985, organizado con el objetivo de recaudar fondos en beneficio de Somalia y Etiopía. Gaga y compañía tienen asumido que la nueva «África», asolada por los desastres naturales y la desigualdad económica, las pobres gentes que necesitan de la solidaridad de los multimillonarios de la farándula son ciudadanos estadounidenses residentes en el estado federal más «rico» y fotografiado: California.

 

Sobrevolando el languideciente cielo rojo de California, ya se escucha el canturreo de una melodía, una tonada que nos resulta familiar. Debe tratarse del nuevo heat para la temporada 2025 que se abre, y es quizá Lady Gaga quien la interpreta. Tal vez la nueva canción tendrá de título Todos contra el fuego2. La letra contiene lemas como «somos responsables de esta tragedia», «queremos más educación medioambiental» y «las circunstancias habidas se agravaron por el cambio climático». Pidan palmas para el coro de voceros. El ente estatal azuza la batuta.

 

¿No será que la sobreexplotación de los recursos hídricos causada por la agricultura de regadío favorece los incendios? ¿No será porque el abastecimiento de abarrotadas ciudades como Los Ángeles aviva el fuego de los incendios forestales? ¿No será que apenas quedan ya bosques autóctonos? ¿No será la incompetencia de unos funcionarios adiestrados en la obediencia y la competitividad la razón por la cual los incendios han tardado tanto en extinguirse? ¿No será la codicia de las empresas capitalistas y el trabajo semiesclavo de los albañiles mexicanos la causa por la que las casas del condado de Los Ángeles arden con tanta facilidad? ¿No será mejor prevenir que curar, esto es, acabar con los factores que favorecen estos desastres (abandono del rural, deforestación, sobreexplotación de los recursos hídricos, etc.) en vez de dedicar medios a la extinción de fuegos?

 

¿No será mejor que los habitantes del suroeste de Estados Unidos hagan una revolución integral y comunal para que puedan autogobernarse y recuperen las prácticas económicas ambientalmente sostenibles que usaron durante siglos los pueblos indígenas de California3? Pero claro, la previsión pasa por criterios de uso y gestión del territorio que cada vez entran más en conflicto con las economías de mercado y el maremágnum de las políticas institucionales, haciéndose antinaturalmente inviables. El Estado se revela (otra vez) como un eficaz generador de calamidades, que acontecen tanto en las fases de bonanza como en las de penuria. Y se muestra (otra vez) como el gigantesco aparato torpe e inútil incapaz de afrontar estos desastres.

 

Detrás de desastres naturales como los incendios de California o las inundaciones en Valencia se esconden todas las contradicciones que habitan en el seno del éxito imperial, unas contradicciones ninguneadas por el relato ideológico unilateral del progreso hedonista que han construído las estrellas mediáticas de Hollywood, las mismas que se han visto afectadas por las llamas, el humo y la desolación de sus mansiones. Bendito karma. No hay que pasar por alto que el estado californiano está en bancarrota desde hace años, realidad que revela la creciente escasez de medios que dispone para sofocar con éxito algo tan primario como un incendio forestal. Las instituciones y estructuras de poder saquean con impuestos a los contribuyentes pero, lejos de servir al pueblo, potencian en realidad sus limitaciones al vaciarles de iniciativa, medios y creatividad, mientras subvencionan con una lluvia de millones a las empresas de alta tecnología que innovan en materia de explotación laboral y diseño de medios de destrucción masiva. El hecho de que el californiano «Valle del silicio» se enorgullezca de mostrar tecnologías de visualización y detección de personas, siendo incapaz de visionar el foco de un fuego en un lugar tan sensible y delicado, dice mucho de la verdadera cara de la sofisticación tecnológica4.

 

En 1965, hace justo 60 años, los hippies californianos The Mamas & The Papas cantaban California dreamin´. California es el extremo occidental de Occidente, una civilización que ha caminado hacia el ocaso del sol, así que también hacia su propio ocaso civilizatorio. Otorgamos al sueño americano el premio Oscar a la ausencia de ética y a la pérdida de los valores. Oscar, también, al invierno demográfico y el envejecimiento de la población. Oscar honorífico a la destrucción del medio natural. Nominación para Silicon Valley por su no tan eficaz tecnología de la opresión y la vigilancia. Y premio del jurado para Hollywood por su eficaz adoctrinamiento de masas.

 

El sueño californiano, convertido en pesadilla, abre el camino del cambio, el necesario camino de la transformación integral.

 

 

 

 

1 En las últimas décadas se está hablando de la existencia de un «cuarto mundo», el de las cada vez más rebosantes bolsas de pobreza inmersas en el interior del primer mundo, en particular en los E.E. U.U.

 

2 El Estado español, durante la presidencia del infausto Felipe González, ya lanzó en 1990 una campaña publicitaria con el objetivo de «concienciar» a la población, especialmente a la infantil, de la necesidad de prevenir los incendios forestales. Todos contra el fuego, pegadiza canción interpretada en el anuncio institucional por Joan Manuel Serrat, insistía en acusar al ciudadano de a pie de ser responsable de los incendios: «Tú lo puedes evitar».

 

3 Los nativos californianos practicaban una economía basada fundamentalmente en la silvicultura de la bellota y se caracterizaban por su laboriosidad, frugalidad en el consumo y firme rechazo de la esclavitud. Consultar: El amanecer de todo: una nueva historia de la humanidad (2021) de David Graeber y David Wengrow.

 

4 Por no apuntar a la presumible causa del foco, las grandes torres de alta tensión de Southern California Edison, en las cercanías de las cuales se inició el incendio, justamente minutos después de que la compañía reconociera un inusual aumento de voltaje en el tendido que atraviesa el cañón Eaton a la altura de las colinas de Altadena.

 

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