¿Cultura? ¿Qué cultura?

Publicado el 1 de agosto de 2024, 12:00

Nota necrológica, in memoriam

Por Antonio de Murcia

Tiempo estimado de lectura: 3 min

 

 

Yo no perdono. Yo no olvido. No olvidaré jamás.

 

No tengo derecho a olvidar ni a perdonar.

 

Pues no se trata de un crimen perdonable.

 

Me pregunto qué es la cultura en estos tiempos oscuros, qué significa la palabra cultura.

 

No tengo el derecho a otorgarme pasar página sobre la vejación a los muertos y sobre el atentado contra la esencia humana que supuso (ha supuesto) acatar la prohibición de asistir a los enfermos, acompañar a los agonizantes, velar a los muertos, honrarlos en duelo de despedida.

 

No hay razón pasada o futura, humana o divina, supersticiosa o científica, que pueda justificar violar la esencia humana más sagrada, el fundamento sobre el que nos constituimos como humanos: el socorro en el trance del sufrimiento y la muerte. Es decir: la manifestación más prístina de puro amor, esa fuerza irresistible en toda circunstancia, contra todo evento.

 

No hay bien superior a este, nada nos configura tan alto, nada es más imprescindible para que nuestra laboriosa vida repleta de afanes y salpicada de desdicha posea sentido y merezca llamarse vida.

 

Y nada más grave ha ocurrido en estos años de desmanes que tal mandato y el acatamiento de tal mandato.

 

Ningún partido político, ni las derechas ni las izquierdas, ni nacionalistas ni ecologistas, todos temerosos de perder su mísera cuota de influencia, clamaron al cielo ante la aberración que se extendía sobre la tierra.

 

Ningún grupo social, o asociación o corporación, alzó la voz para señalar el escándalo: ni las jerarquías de las confesiones religiosas, ni los prebostes de los sindicatos, ni los colegios profesionales, ni las organizaciones de derechos humanos.

 

¿Y las gentes de la cultura… los famosos y famosetes, los músicos, los artistas, los intelectuales, filósofos, escritores, académicos… todos esos que nos hablan cada día de temas elevados? Respóndase cada cual.

 

Tampoco la gente común se rebeló ni maldijo en público. El terror, o el estupor, o la confusión, o la sumisión voluntaria, permitió que la norma criminal se aplicara ante nuestros ojos y brazos inermes.

 

Los poderes que trazaron, decretaron y aplicaron tal atentado de lesa humanidad han comprobado que la violación de la entraña humana más íntima ha sido acatada, consentida y hasta excusada. Con un solo movimiento, dos victorias han alcanzado: ultrajar a los muertos como despojos apestados ante los ojos de todos y condenar a los vivos al extrañamiento de sí mismos, a la muerte emocional.

 

Por tanto, ya han comprobado que tienen derecho a tratarnos como carne prescindible, como infrahumanos.

 

Pregunto, in memoriam de los muertos y de los vivos: ¿en verdad han adquirido ese derecho?

 

Recordando (trayendo al corazón), por ejemplo, a las víctimas de la Solución Final en el Tercer Reich; estando presentes (es un decir) las víctimas recientes de la Solución de la Peste, me pregunto qué significa la palabra ‘cultura’.

 

Si Antígona nos enseñó (hace veinticinco siglos), a costa de su sacrificio, el camino de la rebelión contra una ley inmoral, hoy pregunto (tengo derecho a hacerlo): ¿qué es cultura?

 

Antonio de Murcia, 28 julio ‘24.

 

 

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