Por José Francisco Escribano, lector de VyR
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¿Cómo nos recordarán dentro de varios siglos nuestros descendientes en la Península ibérica?
Pues más allá de la degradación institucionalizada, de la inmoralidad obligatoria y asumida, del hedonismo e infantilismo embrutecedores, de la nadificación integral de los individuos, de la sumisa aceptación de nuestra extinción como Pueblos y etnias ibéricas, etc., también seremos recordados por tirar los bebés a la basura como si fueran mierda.
Hace unas semanas, el 25 de junio de 2024, se halló un bebé muerto todavía con el cordón umbilical en el basurero de Valdemingómez, Madrid. En otro barrio de esa misma ciudad llamado Carabanchel, una semana después se tiró otro bebé (1-07-2024); así como en el Distrito de Barajas se había encontrado un mes antes, el 12 de mayo, un bebé muerto entre los cubos de basura.
Si bien no es una moda reciente ni exclusiva de la putrefacta capital del Estado. Por ejemplo, a comienzos de este mismo año sucedió en Mocejón, Toledo (18-01-2024), así como en La Bisbal d'Empordà, Girona (02-01-2024), el anterior en la isla de Mallorca (06/11/2023), igual que en Los Palacios, Sevilla (18-12-2023), pero también en Gijón (02-08-2019), en Alicante (21-05-2016), etc.
Ante tal sucesión de casos, se puede afirmar que es un rasgo característico de nuestra sociedad. Es más, va en aumento. La presión del Estado español, igual que la de la Unión Europea, sobre la gente común sigue creciendo a un ritmo desenfrenado, creando cada vez más decadencia, ruindad, inmoralidad, marginalidad, aculturación, nadificación, etc.; al tiempo que invierten miles de millones de euros en promocionar e imponer el odio interpersonal, la depresión, la atomización, la drogadicción, los suicidios, los divorcios, los abortos, la eutanasia, la militarización, las guerras, etc.
En cualquier caso, el victimismo es una de las peores epidemias hodiernas; ergo no existen justificaciones ni excusas a la hora de cometer barbaridades del nivel que trata este artículo. Ninguna razón puede legitimar a nadie a tirar a su bebé a la basura para que muera entre la porquería.1
Sin embargo, la vida sigue igual. Nadie parece exaltarse por tales acontecimientos. Les exalta el fútbol y demás espectáculos deportivos, las reivindicaciones clasistas y de género, el salario y su cuenta bancaria, los exámenes y los títulos universitarios, las fiestas, la música y los conciertos, las drogas, las vacaciones y los viajes turísticos, los videojuegos u otros pasatiempos infantiles, los móviles y la tecnología, las redes sociales y las apariencias, la comida, las dietas y su patética degeneración física, los masones y los chemtrails, las elecciones, los influcencers y la politiquería, etc.
Incluso, algunos dementes, totalmente enajenados y envilecidos, afirman que vivimos en una sociedad maravillosa, repleta de ayudas, derechos, comodidades, avances tecnológicos, fármacos, cátedras feministas y demás canalladas.
Pero lo cierto es que ni en sociedades antiguas tan aberrantes como la de los Aztecas cometían tan graves atrocidades. Cuando en la sociedad azteca se llevaban a cabo rituales de sacrificio, en ocasiones, con bebés, lo hacían como parte de los ritos tanáticos de su cultura. Al menos, tal despropósito tenía algún sentido existencial. Aquellas élites militares y estatales inmorales que organizaban dichos sacrificios lo hacían para simbolizar su poder; no obstante, dentro de su locura religiosa y teocrática, era un acto trascendente de reencuentro con la divinidad creadora, en especial, con Tonatiuh, el Dios-Sol.
En cambio, hoy día, en la Península ibérica, hemos llegado a tal punto que los bebés son mierda y no sirven ni para eso. Sólo valen para tirarlos a la basura como si nada. Porque, en verdad, nada pasa y la vida sigue igual.
Así que preguntémonos: ¿merecemos una revolución integral? ¿merecemos siquiera que colapse nuestra civilización, como la de los Aztecas, y empezar de cero? ¿o, simplemente, merecemos extinguirnos por completo las etnias peninsulares, como pretenden las élites españolas y europeas?
José Francisco Escribano
1 En esta ocasión, resulta obligatorio denunciar el victimismo promovido por el feminismo, una vez ha sido totalmente institucionalizado y se ha convertido en una de las principales religiones políticas con que nos adoctrinan. En todos los casos citados arriba, fueron las propias madres quienes tiraron a sus bebés a la basura. Hasta el punto de que, en el caso de Mocejón, la madre forzó a su otro hijo menor de edad a tirar a su pequeño hermanito al contenedor de basura; un acto tan vil y cruel que resulta difícil comentarlo. Y es que, a pesar de las estupideces feministas y feminazis, las mujeres, lo mismo que los hombres, son capaces del bien y del mal, de lo mejor y de lo peor. Somos iguales, en muchos sentidos y en lo fundamental; de ahí que debamos, los hombres y mujeres del Pueblo, luchar juntos, codo con codo, por transformar un mundo que se hunde en el caos y la abyección.
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