Barbiheimer

Publicado el 1 de octubre de 2023, 11:20

Por Antonio de Murcia

Tiempo estimado de lectura: 18 min

 

El otro miércoles, en un impulso repentino, me fui a media tarde a ver LA PELÍCULA a uno de los multicines de mi ciudad. Sobrellevo sin mala conciencia mi general ignorancia de los eventos de actualidad y esquivo como puedo TVs, Redes, Radios, Prensas, Plataformas y demás Medios de Manipulación de Masas. Sin embargo, llevaba días con el run-run temeroso de que quitaran de la cartelera una cosa de tamaño éxito de público y dineros (pues no se la ha perdido, del rey abajo, ninguno), y me quedara yo sin enterarme, por la gran pantalla y con sonido estéreo a todo trapo, de cuáles nuevos mensajes ha derramado sobre el mundo la Industria de la Conciencia. A más, los prójimos que la habían visto me han informado repetidamente de que LA PELÍCULA “tiene mucha tela”, o “vaya tela de película”, o “uf, joder con la peliculita”… Así que saqué mi entrada y LA VI.

 

Una vez concluida, y saliendo de la sala, me acordé de que LA OTRA comenzaba unos quince minutos después: OPPENHEIMER me interesaba también, y por parecidas razones. No es que tuviera en ese momento los sesos muy espabilados (es cierto que LA UNA es una especie de bombardeo ideológico), pero ya que estaba allí… y con la pereza que me daba pensar en coger otro día el coche para meterme otra vez en el centro comercial… En fin, que indagué a ver en cuál de las 15 salas la echaban y allí que me metí. Tras 4 horas y 54 minutos de pantallazos en total (anuncios y tráileres aparte) salí muy satisfecho de mi tendencia a inmolarme por el bien común.

 

La danza de mis neuronas, con escenas intercaladas de una y otra, me hacía creer que había visto una sola película, o una película en dos partes, o dios qué lío. Así que no me pareció mala idea hacer una reseña crítica de las dos a la vez y, zas, librarme del asunto de una sola tacada. Luego, más reposado, me seguía pareciendo brillante vincular LAS DOS por lo que tienen de común. No quiero confundir: los filmes no tienen nada que ver, los temas que tratan son completamente distintos. No es el Tema, ni los Mensajes, ni el Estilo, ni el Público al que se destina cada una, lo que comparten ambas, sino que coinciden en lo que no dicen, lo que callan, lo que ocultan. Eso sí es lo mismo.

 

Pues sería ésta una idea aguda, pero desde luego no tiene nada de original. Me informa un allegado (y lo he comprobado después en la Red) que desde el principio mucha gente las percibió unidas en un solo lote. Influyó que, casualmente, se estrenaron el mismo día, allá por julio. Y los exhibidores, incluso, hicieron descuento de 2 x 1 en la entrada. Y, por lo que dicen, han sido con diferencia los dos grandes triunfos de la temporada, a mucha distancia de todas las demás. Para más inri, el título de este artículo lleva inventado la tira.

 

 

ANATOMÍA DE BARBIE

 

Me dispuse en la semioscuridad a tomar las notas que pudiera (en total cuatro hojas de frases espachurradas que no sirven para mucho). De entrada, los tráileres de próximos estrenos me pusieron por anticipado en la onda de Barbie: una de superwoman con múltipes poderes; otra sobre “el poder de los deseos” (de una niña); y, la tercera, sobre una especie de república de mujeres empoderadas. Se ve que llueve y no escampa.

 

Renuncio a contar el desarrollo de la trama, y no sólo porque tanta gente la ha visto sino porque el argumento es lo de menos. Se trata de una película discursiva en la que las peripecias son excusa para insertar parlamentos, declaraciones y proclamas que conforman el canon de lo que todo el mundo debemos pensar sobre “la cuestión femenina”, a la vez que se taponan todas las posibles vías de crítica al mensaje esencial de la peli que nos llega desde el Centro Ideológico del Imperio. La técnica del film para lograr esto es el desconcierto: un mensaje sensato es seguido inmediatamente por otro esperpéntico, y viceversa, al modo en que el torero menea la capa en los morros del toro para que incline la testa y mejor clavarle el estoque. Y, claro, meter en menos de dos horas todas las coartadas de la ideología de género lleva a construir un potaje de ingredientes sin cuento: carne y pescado, chili y curry, arroz y chocolate. Ahora toma y digiéretelo.

 

 

LAS PRIMERAS CONSIGNAS

 

Puede parecer que el objetivo de una peli así sea renovar el negocio reavivando el volumen de ventas mediante una audaz operación de marketing que actualice la percepción de la muñeca: pasar de ser modelo de mujer-objeto-consumista a prototipo de feminista moderna válido para la mujer de hoy. Ejemplo de ello sería el vuelo por la pantalla de las prendas de los muñecos (de Barbie y de Ken) en varias escenas. Pero a mí me parece que la cosa va más lejos a la vista del ingenio desplegado en meter tanta carga ideológica como la cinta lleva.

 

El reparto estelar es una serie de mensajes, que son los verdaderos protagonistas, más que el elenco de actores y actrices. Poniendo por orden de aparición los principales mensajes sueltos se describe muy bien el meollo de la peli. Téngase en cuenta que al ser tantos la descripción ha de ser esquemática:

 

Loor a Barbie. un largo alegato en el que se explica que B. ha sido en realidad siempre una gran feminista, en contra de lo que se pensábamos. Se afirma que sus diferentes modelos, con sus diferentes ajuares, han familiarizado a varias generaciones de niñas con muchas profesiones y oficios y les han abierto los ojos al mercado laboral. Las feministas de antaño estábamos equivocadas: B. ha sido en el fondo un motor de cambio. Lo de rubia-tonta-consumista-para gustar se queda restringido a la Barbie llamada “estereotípica”. El mundo barbie era en realidad liberado y liberador.

 

La matanza de los inocentes. Cuando apareció Barbie, “la primera muñeca adulta”, las niñas del mundo se percataron de que habían sido unas tontas jugando a ser madres de muñecos-bebés. ¡No más maternalismos!, ahora las niñas querían jugar a ser mujeres jóvenes atractivas con fondo de armario, por lo que organizaron por todas partes una escabechina tipo Herodes y reventaron las cabezas, dislocaron los huesos y destriparon las barrigas de los tontos muñecos.

 

Nadie va a metérsela a nadie. Desde buen principio, que quede claro, para las féminas que consideran la coyunda una suerte de agresión sexual del varón hacia la mujer, que no va a haber sexo en el mundo barbi por muy buenas que estén todas las barbis. La frase se desliza con la coartada de zanjar una discusión muy de machos sobre quién le va a soltar dos yoyas a quién, en una especie de equívoco chistoso.

 

Noche de chicas para supersiempre, le espeta la Barbie al Ken para que se entere de que no tiene posibilidad alguna de mojar nunca en casa de B.

 

Barbie Estereotípica se hace humana. Sí, empieza a pensar en la muerte. Ahí se ve que los guionistas tienen su cultura y han oído aquello de que ser humano es ante todo la conciencia de su muerte.

 

Sin tacones. Si la muñeca era pija por ser muñeca, ahora que se ha vuelto humana ya no lo es tanto; como prueba, sus talones descansan por fin en el suelo.

 

La barbi maltratada: mensaje para las niñas que maltratan barbis: la muñeca se convertirá en la Barbi rara, sufrirá marginación y soledad y quedará “siempre abierta de piernas”.

 

Las sandalias. Barbi Estereotípica está dejando de ser tan tonta, y como consecuencia se siente confusa y “sin norte”. Lo primero que Barbi Rara le enseña es que, si quiere viajar al mundo real para aclararse, no tiene más remedio que pasarse a las sandalias planas (tipo Panamá Jack).

 

 

LAS MINORIAS

 

Las barbis de Barbilandia son todas jóvenes y estupendas y sexis, bien maquilladas y con unos tipazos de buen ver; B. Estereotípica la que más, obviamente. Sacar suculentos pedazos de carne siempre es garantía de mucha audiencia masculina. Es menester neutralizar el reproche mediante la inclusión de ejemplares que se salgan de tal patrón, para que no se diga.

 

La negra. Una de las barbis es negra, claro, aunque, eso sí, delgada y guapa.

 

La gorda. Hay una gorda, por supuesto, pero no obesa.

 

La fea. En realidad no es fea, aunque ella se sienta así, sino bastante atractiva.

 

La vieja. Ya en el mundo real, B. Estereotípica coincide en una parada de bus con una anciana (pero no mucho) de aspecto agradable. Sin venir a cuento, B. le suelta algo como “es usted preciosa”. La arruga es bella.

 

El gay. En todo momento aliado de las barbis, es el único ken al que ellas aceptan, prácticamente como una de las suyas. Para contrarrestar el cliché del afeminado debilucho y cobardica, Allan (el gay) le pega una paliza a una media docena de peones camineros (brutotes y machotes) con una sarta de golpes de kárate.

 

La latina. Personaje principal, alter ego de B. en el mundo real, pero en moreno. Tiene un conflicto con su hija adolescente, quien la desdeña por convencional y poco realizada en la vida. El desenlace es que la hija comprende a su madre gracias a que al final pilla (la niña) el verdadero sentido del mundo de Barbi, tan añorado por la madre. El padre no pinta nada, un cero a la izquierda. Aparece poco porque está ocupado aprendiendo todavía los rudimentos del inglés. Es tonto (y blanco, éste sí). Y como no se entera, se pone a animar a Barbi con el SÍ SE PUEDE de Obama, que claramente ella no necesita.

 

 

DARDOS DEDICADOS

 

Son morcillas que se meten, sin venir mucho a cuento, en diferentes diálogos. Dos ejemplos:

  • Los conquistadores blancos causaron el genocidio indígena con sus viruelas y otras pestes incorporadas.
  • Un sarcasmo, metido con calzador, contra Orgullo y Prejuicio. No se libra Jane Austen de la pertinaz inquina contra ella a pesar de los dos siglos que lleva siendo leída, reeditada y versionada en el cine docenas de veces. ¿Quizás porque su obra es hetero-romántica? ¿O porque no hay indicios de que fuera lesbiana? ¿O porque en su magistral obra expuso su visión sobre el mundo sin explotar su condición femenina?

 

 

LAS CONSIGNAS PRINCIPALES

 

Miedo sin motivo aparente. Nada más llegar al mundo real B. siente una alarma difusa, una amenaza en el aire. El motivo de tal inquietud no se expresa, pero la escena conecta con la sensación de inseguridad que tenemos en las calles. Queda clara la alusión: los varones son potenciales agresores (aun a pleno sol, aun en un paseo concurrido), como en seguida se confirma por las groserías que le dirigen unos obreros. (Muy bien sabemos los que tenemos hijas el riesgo de agresión, grave o ligera, que corren en cualquier momento y lugar. Y subiendo sin trabas. Entre otras razones porque en esta civilización descompuesta los varones desertan de su deber, su vocación y su virtud de defender a todo el que esté necesitado de amparo; y abrazan la indiferencia).

 

Conflicto madre/hija. Representa el reproche de tantas jóvenes a sus madres, a saber: que no han sabido emanciparse debidamente. Pero luego resulta que la madre (que hace diseños de barbis “oscuros, raros y disparatados”) es la causante de la liberación de Barbi Estereotípica, así que la una descubre que su madre es evolucionada y la otra recupera el cariño de su hija, con lo que se resuelve el conflicto generacional.

 

Ken estúpidos. Todos. Mucho. Sencillamente. En realidad, no hay ni en Barbilandia ni en el mundo real ningún varón que no lo sea, excepto Allan (el gay).

 

Ken enamorado. Resulta que es Ken el que persigue el amor (de B. E.), pero ésta le declara que debe perder toda esperanza. Resulta que el sensible es Ken, y llora. Primero, Barbie le recrimina que pretenda tener “la novieta de toda la vida con nivel de compromiso 0 (cero)”. Luego se disculpa un poco. Después le explica que en realidad él no puede vivir sin ella porque no sabe quién es, y que tiene que buscarse y definirse a sí mismo. Y en resumen que quede claro que B. no es la novia de K.

 

Hacerse zorras. Pero por un bien superior: votar una nueva Constitución de las barbis en contra del “gobierno de los ken, por los ken y para los ken”. La treta: fingiéndose torpes o tontas, explotan la típica pedantería masculina sabe-lo-todo para liberar a las barbis sumisas, a las que abren los ojos con unas simples frases y las ganan para la causa. Ya todas de acuerdo, explotan la atávica competición masculina por las hembras provocando celos a tutiplén mediante el trillado truco de espolear la atávica vanidad masculina. Simulan quedar fascinadas por las plumas de pavo real de los ken (kien con su guitarra, kien con su canción, kien con su elocuencia…) y cuando más seducidas parecen… se van con otro. Se desencadena una guerra entre los ken, muy propio de ellos.

 

Los Ejecutivos. Son los rectores de la Compañía en el mundo real. Son todos hombres y visten el uniforme de ejecutivo (traje oscuro, corbata, etc). Presentan igualmente mensajes equívocos: Son los culpables de haber hecho de Barbie un arquetipo de sumisión, pero hacen autocrítica. Reconocen que han cambiado el modelo para seguir reforzando el patriarcado “sin que se note”, pero todo lo han hecho por las niñas del mundo (“cada barbi tiene su propia casa”, dicen) y no por el negocio. Intentan neutralizar a la nueva Barbie, pero son torpes como ellos solos. Van a Barbilandia a capturar a B., pero allí aflora su niño interior y se portan como chiquillos encantadores. Y así.

 

 

DISCURSO ESTELAR

 

Para compensar algo la bronca doctrina de la película, se insertan alegatos con aires de sensatez. Esta es la arenga cumbre:

 

Como B. Estereotípica sigue con su crisis existencial, la madre latina y morena se arranca con una soflama muy emotiva y muy bien dicha en presencia de las barbis. El discurso es una obra maestra de superchería. Difícil es no identificarse con alguna de sus partes, ya que desgrana un montón de contradicciones y trabajos con que las mujeres tienen que lidiar en su día a día; y, claro, cómo no empatizar con quien tiene que lograr cada cosa (muchas cosas) y a la vez su contraria. Total, que ser mujer es muy difícil. (Por lo visto, ser varón es fácil). Como solución liberadora: el despertar de las mujeres, ganarlas para la causa, separar a las barbis de sus ken, ganar la guerra de sexos. Y libertad de la mujer “para ser madre o dirigente, o bien para ser madre y dirigente, o bien para no ser ni madre ni dirigente”. (¿Está prohibida alguna de esas opciones?)

 

El alegato termina con una emotiva petición a los Ejecutivos: que produzcan una Barbi Normal, nueva, con la que las féminas puedan reconocerse. Desde luego, sería la forma de universalizar el negocio Barbilandia.

 

OTRO DISCURSO ESTELAR

 

Es otra pieza elevada, más filosófica que la anterior. A cargo de Ruth, la anciana venerable que se destapa como la auténtica creadora de Barbie, pues en realidad los hombres sólo se han ocupado de su adulteración comercial. A diferencia de los Ejecutivos, ella vive en un modesto apartamento, un hogar muy acogedor al que B. llega cuando es perseguida. Ruth la ampara como una madre y le indica el camino de salvación. El rosario de eslóganes que enhebra sobre la verdadera Barbie, la suya, es más o menos como sigue:

 

  • Hay que decir adiós a Barbi de Barbilandia, sin embargo…
  • no tiene final, porque
  • Barbie no es Barbie, pero las ideas son eternas, por eso
  • Barbie quiere y debe inventar, crear, o sea ser humana; más que eso, trascender lo humano. Pero
  • ser humano es sentir, y por tanto
  • no hay más alternativa: o Patriarcado o Barbie, para sobrellevar lo incómodo que resulta ser humano. Con Barbie y en Barbie
  • se unirán las sucesivas generaciones de mujeres y así
  • cada una, al mirar atrás, verán lo muy lejos que han llegado.

 

 

Y FINAL

 

Por fin las mujeres van felices por el mundo real y, si no poderosas, por lo menos empoderadas.

 

Ya se ha dicho en la película que «la vida es cambio constante y aterrador». Si B. ha podido pasar de plástico a carne, uno puede ser lo que quiera (imagínense). Así que sin tacones y con sandalias Barbie va a la ginecóloga, señal de que finalmente ya tiene aparato genital (femenino). Yo he recibido con agradecimiento el guiño: una esperanza para todos los que deseamos trans - formarnos al sexo molón.

 

El Gran Poder gusta de resguardarse tras muñecos de paja para confundir a sus súbditos, de forma que la lucha equivoque el camino y se disperse en campos de batalla y teatros de operaciones artificiales, pero que parecen de verdad. Así, el conflicto generacional ocupó el lugar de la lucha de clases allá por aquellos ’60, cuando todavía había clases. Por la misma época, tantos intelectuales y filósofos de izquierda, recientes feministas, adoptaron la imaginería de que el Poder comenzó con el sometimiento de las mujeres, o sea con el Patriarcado, en un proceso inevitable derivado de la condición natural de los varones. La “guerra de sexos” se les aparecía como el gran conflicto básico, un poco al modo en que los chistosos hablaban de la prostitución como “el oficio más antiguo del mundo”, merced al argumento de que, si para procrear hay que follar, Eva fue la primera puta. Y de Eva para abajo, todas, una vez equiparadas procreación y prostitución, o séase sexo y dinero.

 

Como la camaradería fraternal entre mujeres y hombres amenaza al Régimen, se inventa que el Poder es cosa de la naturaleza de los varones, como el coñac. Y que ‘los hombres son machistas’ es un axioma. Y de paso que la Liberación de la Mujer se alcanza con la igualdad en todos los órdenes que los hombres han construido, es decir, haciendo lo mismo que los hombres. La lucha contra el Poder se troca en conflicto entre mujeres y varones, entre barbis y kenes. Como si no fuera el Poder (o Patriarcado, si se quiere) la maldición que sojuzga a hombres y mujeres, y viceversa, y nos hace igualmente a su imagen y semejanza, cada parte con su respectivo rol y función, pero las dos a Su servicio, las dos malogradas.

 

Y este es el gran ausente en la película: el Imperio que la ha fabricado.

 

El Imperio nos quiere hedonistas, solitarios, aislados, dependientes, enfrentados; y aun enfermos y medio trastornados; y profundamente tristes. A los jóvenes, a los viejos, a todos y cada uno. Engáñense las mujeres, si quieren, pero a ellas también. Sí, en la política, en los ejércitos, en las oficinas, en los deportes; y aun empoderadas en todas las creaciones del Poder. Pero también solas, frustradas y medicadas.

 

 

TAPADERA OPPENHEIMER

 

Este no es el novio de Barbie y no se llama Ken, sino Bob. Este no es un llorón sino un tipo muy serio. No es un tontaina, sino un tipo muy listo con capacidades extraordinarias. Es un buen ciudadano norteamericano, fiel cumplidor de sus deberes, que sufre con gran contención mientras debate internamente sus crisis morales sin dejar por ello de cumplir con su papel. Pero, al igual que Barbi, nos lo presentan enfrentado a un Mundo Real.

 

Por desgracia, el artículo ya va resultando largo (y cansino) y no me da espacio para describir las tres horas de película. Tampoco es que haga falta, porque todo va de contar el mucho esfuerzo, la mucha determinación y el mucho talento (y los ingentes recursos) que se desplegaron para obtener la Bomba Atómica antes que los nazis. Además, sería farragoso citar el papel de las figuras de la física del momento que van apareciendo: Rutherford, Born, Dirac, Pauling, Lawrence, Bethe, Fermi, Feynman…, y hasta Niels Bohr y Albert Einstein como extras en plan cameo. No es que en la peli se desarrollen conceptos físicos (‘fisión’, ‘reacción en cadena’ y todo eso), pero sí que van apareciendo de vez en cuando; y si no se ha hecho mucho caso de la divulgación en Física todo queda en un revoltijo críptico. Aparte de la tira de científicos, salen una serie de funcionarios de diferentes estamentos estatales: generales, académicos, servicios secretos, fiscales, etc. También hay secuencias que describen aspectos de la vida privada del personaje y de su carácter introvertido.     

    

Pero como el tema es uno y sólo uno, desvelar el trampantojo de la peli es cosa relativamente breve. El proyecto del film se podría llamar…

 

 

OPERACIÓN BLANQUEO

 

  1. Del control estatal.

Los escrúpulos morales por su papel en la creación de un artefacto capaz de destruir el mundo llevan a Oppenheimer a lanzarse a una labor divulgativa en pro del control de las armas nucleares. Podría caber la sospecha de que es el aparato del Estado el que persigue entonces a O. investigándolo por sus antiguas simpatías por el partido comunista y por su antigua renuencia a fabricar una bomba todavía más potente (la bomba H). ¿Será el Estado el que está interesado en sembrar dudas sobre la calidad del patriotismo del científico? Pues no, eso queda convertido en un mezquino asunto personal instigado en la sombra por su particular Salieri, un falso amigo y verdadero enemigo, muy envidioso. A relatar esta persecución está dedicada la mitad del metraje.

 

  1. Del Estado.

Al Presidente de la nación (de cuyo nombre no quiero acordarme) se le presenta como un lerdo, un patán muy capaz de arrogarse para él solo la responsabilidad de los pepinazos sobre Japón. El complejo militar-industrial y los intereses del capital imperial no tuvieron nada que ver, qué va.

 

  1. Del crimen.

Se repite la misma matraca desde hace ochenta años: que la destrucción de las ciudades japonesas estaba más que justificada por el siguiente hilo argumental:

  • Que Japón no se iba a rendir mientras quedara un palmo del país sin conquistar.
  • Que invadir y ocupar Japón conllevaría la pérdida de muchos soldados americanos.
  • Que con la lección de las superbombas terminaría la guerra en un santiamén.
  • Que “los muchachos” volverían a casa ya.

Ahora bien, si el Imperio Japonés ya estaba derrotado y reducido a su territorio nacional, sin Armada y con el ejército en ruinas, ¿a qué invadirlo y ocuparlo? No, no se trataba de terminar una guerra que ya estaba ganada, sino de demostrar quién iba a mandar en el mundo. Fue un alarde de fuegos artificiales para anunciar la consagración del Imperio Americano. Los niños muertos en segundos no fueron más que confetis de la fiesta.

 

  1. De los científicos.

Todos los científicos requeridos a colaborar en el proyecto de la bomba acuden en tropel, como un solo hombre. Sobran los motivos: todo por la patria, todo por la ciencia. Pero es que era una situación de emergencia nacional... Sólo que los científicos del otro bando hicieron lo mismo, también por emergencia nacional.

Una vez ensayada con éxito la bomba, el protagonista quiere seguir controlándola, pero los militares y los políticos le hacen ver que de eso nada, que ahora se encargan ellos.

Posteriormente, el sentimiento de culpa de O. por la muerte de tanta gente a manos de su bomba lo lleva a pasar los últimos años de su vida abogando por que las potencias acuerden el control de las armas nucleares. Pone sus esperanzas en la ONU, ese club de Estados agrupados en función del Imperio al que pertenecen, como el que pone a la zorra a guardar el corral de las gallinas. Con tan buenas intenciones, los escrúpulos morales quedan muy bien controlados y convertidos en simulacro, no sea que dirijan su ira destructora contra quien deben. Al final O. es rehabilitado y recibe del gobierno el debido reconocimiento a su papel.

 

  1. De la Ciencia.

Que ya ha subido a los altares. Y más allá, porque sus sumos sacerdotes la han convertido en una especie de Ser tan Supremo que es capaz de destruir el mundo todo. Un Dios tan terrible que infunde miedo, pero que a la vez es el camino de salvación. Es la moderna religión, fuente única del conocimiento verdadero, objeto de Fe del común de los mortales. Véase, si no, la reciente plaga mundial que nos ha enviado: el Señor nos la dio y el Señor nos la quitó.

 

En conjunto, el resultado de estas operaciones encubiertas es que la Ciencia se presenta como una actividad al margen e independiente del Estado con el fin de que no se perciba lo que ha devenido a ser cada vez más: su más fiel servidora. Y que es el Estado el que inicia, financia, paga, contrata, determina, controla y se apropia de la Ciencia.

 

En el drama OPPENHEIMER se escamotea la misma tramoya que en la comedia BARBIE: el Imperio que traza en su provecho y para gloria suya la vida de las gentes, sus trabajos, sus luchas, sus ideas, sus conciencias.

 

 

Antonio de Murcia, 25 septiembre ‘23.

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Comentarios

Xavier Borràs
hace un año

Gracias, Antonio, por el análisis de ambas películas, sobretodo por que, como no las voy a ver, me ahorras dinero y tiempo. ¡Un gran servicio!