Editorial nº 4 - Julio 2023
Participa en el 7º encuentro por la Revolución Integral
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La ideología dominante nos empuja a ser críticos, y muchos creen que esa actitud es una virtud propia de seres inconformistas que desean transformar la sociedad. En realidad, el criticismo es una cárcel de amargura, una espina que clavamos a las personas que conviven con nosotros y una trampa tendida para que nada cambie, para que aceptemos con resignación que no se puede hacer nada.
Por un lado, está la obsesión por la defensa de “nuestros” “derechos”, un estado inducido de paranoia que nos invita a vivir a la defensiva, en alerta por si alguien se atreve a vulnerarlos. Políticos y sindicalistas nos han regalado los oídos con su verborrea de los derechos hasta el punto de hacernos creer que somos como el niño actor de la factoría Disney, esa celebridad lejana, narcisista, más allá del bien y del mal, reluciente como una estrella que da por sentado que el resto de seres humanos tienen que profesarle veneración, al tiempo que se siente liberado de cualquier obligación con sus iguales. El ciudadano derechohabiente es un ídolo sin más mérito que el haber nacido, no con un pan debajo del brazo como antaño, sino con cientos de derechos innatos concedidos por las leyes del Estado; unos derechos que han convertido al ciudadano medio en el famoso que escupe a sus fans desde la ventana y destroza la habitación del hotel en la que acabará drogado y sodomizado por los accionistas de la multinacional para la que trabaja. Y es que la religión de los derechos permite contemplar cómo los mismos que coartan tu libertad, secuestran tus horas, vampirizan tu energía, se apropian de la riqueza que has generado con tu trabajo, manipulan tu pensamiento y programan tu biopolítica se erigen como los héroes que salvaguardan tus inalienables derechos, al tiempo que te enfrentan con tu pareja, con tu familia, con tus compañeros de trabajo y con tus vecinos. Los derechos son un regalo envenenado que, ni merecemos ni nos hacen bien alguno.
Por otro lado, está la influencia de la psicología académica y de los espiritualismos del tipo New Age, que han convencido a muchos, y especialmente a muchas, de que solo debemos tener tres amigas: Yo, mi Ego y mi Coño. Que el mundo se vaya a la mierda, que yo me meto dentro de mi burbuja para masturbarme contemplando el Apocalipsis mientras me deleito esnifando mi propio olor corporal. Y es que lo más importante de mi vida soy yo, mi vida soy yo, me tengo que querer mucho a mí misma porque, si no me quiero yo, ¿quién me va a querer? Lo primero, yo; lo segundo, yo; y lo tercero; y lo cuarto... Y así hasta que me muera. Sola. O solo. Meditando mi introspección, relajando mi soma y buscando mi felicidad hasta darme cuenta de que soy increíblemente infeliz, sin saber que la felicidad no es más que aprender a valorar y cultivar la buena relación con los demás, sin llegar a despreciarlos por no saber hacernos felices.
Otro losa que nos aplasta por el peso del criticismo es la democratización de lo que no nos incumbe, meter la cuchara en el plato de otro comensal para acabar escupiendo la sopa maldiciendo al cocinero, y eso que nadie nos había invitado a comer. Nos creemos con derecho a cuestionarlo todo. Los políticos son unos ineptos, mi jefe es un hijo de puta, Abascal es un facha, Irene Montero una vividora y Bill Gates un genocida.
-¡Dime algo que no sepa!-
-Conducir-, prosigue el chiste.
Porque la tragedia del criticismo se debe a que no suele disparar sus flechas a las alturas del poder y acaba por apuntar a la gente que nos rodea. Mi compañera de trabajo es una inútil y mi vecina una furcia; mi cuñado es un enterado y mi marido no me da lo que yo necesito, aunque ninguno de los dos sepamos qué es lo que yo “necesito”. Me voy a hacer youtuber para dar lecciones de lo que no tengo ni idea, voy a escribir un libro aunque llevo años sin leer ninguno y le voy a decir a la profesora de mi hijo cómo tiene que corregir los exámenes, al tiempo que no voy a cuestionar el sistema educativo estatal porque la culpa de todo solo la puede tener la profe que lo ha suspendido. ¡Cómo se atreve! Tan nocivo es seguir a pies juntillas el dictado de los expertos como poner continuamente en entredicho a nuestros semejantes con un ataque demencial y nietzscheano. Mientras se ha democratizado la crítica destructiva contra los seres humanos, la mayoría de las decisiones que afectan gravemente a nuestras vidas las toman instituciones bien organizadas y a las que nadie cuestiona, porque solo tenemos ojos para odiar a nuestra pareja o al fulano de turno. Parece que nadie se quiere dar cuenta de que cuando el presidente no gane las elecciones o se muera el psicópata de las vacunas habrá otros muchos indeseables ávidos de poder que estarán dispuestos a hacer lo que sea para ocupar el trono vacante.
Ya va siendo hora de ponernos manos a la obra. Seamos constructores, no críticos. Construyamos una sociedad que no tenga reyes corruptos, políticos incompetentes y jefes malnacidos, porque seremos nuestros propios jefes, participaremos de todas las decisiones que nos afectan al formar parte de un sistema de democracia real y seremos tan responsables del devenir de nuestra sociedad, como de nuestras propias vidas.
Ya no tienes excusa. Deja de rajar, no seas cansino. Tu madre ya está hasta las narices de que te pases la cena ladrándole a la tele, insultando a un político que no te está escuchando. No votes: sabes perfectamente que con tu voto estás legitimando la tiranía que tanto cuestionas. Deja de mirar a los obreros y de explicarle al otro jubilado cómo se tienen que colocar los ladrillos. El amor se demuestra en actos. Madruga. Arremángate la camisa. Pasa a la acción. Y participa este verano en el séptimo encuentro por la Revolución Integral que se celebrará en Santa Maria de Meià (Lleida) los días 25, 26 y 27 de agosto. Los escritores de Virtud y Revolución trabajaremos contigo, codo con codo.
Inscripciones: 7encuentroRI@gmail.com
Antonio Hidalgo, julio 2023
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Comentarios
Ojalá se animen nuestros lectores y escritores! Será bueno encontrar nueva gente dispuesta a un esfuerzo renovado de ilusión por las ganas de vencer por Virtud.
Como siempre Antonio, acertando en las causas que degradan nuestra sociedad.