En busca de la píldora roja

Publicado el 3 de enero de 2025, 8:00

 Por Herr Doktor, lector de VyR

[Tiempo estimado de lectura:  25 minutos]

 

 

(A partir del visionado de “La píldora roja” (2016) de Cassie Jaye)

 

Sinopsis: Película perteneciente al género documental. La directora Cassie Jaye, convencida feminista, se adentra en un grupo activista por los derechos de los hombres (MRA) con el objetivo de poder desbaratar las ideas de éste y exponerlo como grupo generador de odio.

 

Necesario es aportar ciertos datos adicionales relacionados con esta producción: Estrenada en el año 2016, pronto fue prohibida en algunos cines y plataformas; Cassie Jaye fue denostada y difamada desde medios de comunicación y grupos feministas; su mayor difusión (de la película) aconteció a través de internet; se programaron proyecciones en cines independientes y campus universitarios, y entonces grupos activistas obligaron a retirarla y prohibirla; se ha convertido en una película de culto dentro del género documental; la directora afirma que ha recibido correos electrónicos de personas (se entiende que de hombres) que afirman que su visionado les impidió suicidarse.

 

¿Qué significa “la píldora roja”? La idea está extraída de una escena de la película “Matrix”(1999) en la que a un ser humano se le da a elegir entre una píldora roja y otra azul, la roja te permitirá ver la realidad tal cómo es, la azul te mantendrá sumido en la ilusión y las creencias establecidas por el orden imperante. Es una metáfora, significa que en tu mano está el que puedas escoger el conocimiento de la verdad, desechando la percepción falsa del mundo en la que vivimos.

 

Hay que entender que hay dos tipos de “movimientos por los derechos de los hombres”. Uno, que trata de adherirse al mensaje institucional contra el llamado patriarcado tradicional (supresión de privilegios que se supone que existen y que impiden la igualdad absoluta de sexos), denuncia de lo que se consideran abusos en materia de género, búsqueda de un nuevo hombre “sensible y vulnerable”; y dos, que trata de hacer fuerza contra los grupos feministas y las desigualdades de género contra el hombre. Es este segundo grupo el que nos interesa analizar y dónde se halla el MRA, ya que el primero sigue al dedillo los dictados oficialistas.

 

Compruebo, tras ver el documental, que aquí en el Reino de España este tema no está tan desarrollado como en EEUU. En el país americano existen, bajo la perspectiva Red Pill (Píldora Roja), tres corrientes: 1) La propiamente llamada Red Pill, grupos que cuestionan todo el movimiento feminista y que lo hacen desde el ideario de posiciones políticas conservadoras. 2) La MGTOW (Hombres siguiendo su propio camino), que toman posturas más radicales frente a las mujeres en general y las consideran como seres abusivos, llevando al límite planteamientos contra las mujeres al igual que el feminismo lo hace contra los hombres. Y 3) los MRA que básicamente se preocupan por mejorar los derechos de los hombres, convertir el género-hombre en un “grupo visible”. Ver todo este panorama de tendencias dispares me ha hecho suponer que las ideologías feministas de la modernidad surgieran en EEUU y también ha sido en este país dónde aparecieron los primeros movimientos antifeministas.

 

La directora Jaye emprendió este proyecto desde una perspectiva feminista. Pensó que al hacerlo conocería más de cerca a las organizaciones que trabajan por los derechos de los hombres y podría hacer demoledoras críticas contra ellos, los podría machacar. Pero lo que ocurrió es que a medida que realizaba entrevistas y estudios diversos, su perspectiva feminista comenzó a transformarse. Empezó a comprender que esos hombres no eran los seres odiosos que le habían “vendido” que eran. Y muchas de sus reivindicaciones no solo parecían tener sentido, sino que incluso eran absolutamente necesarias. El documental te va mostrando cómo se van generando dudas en la cabeza de la directora, cómo va dejando de tener las ideas tan claras que tenía al principio. En un momento dado Jaye no puede evitar llorar ante la cámara. En principio podría pensarse que se debía a que se apenaba de los padecimientos sufridos por muchos hombres, pero no era por eso, lloraba porque se daba cuenta de que sus creencias feministas eran una comedura de coco, se había tragado el discurso feminista y desde ahí había actuado como un autómata a su servicio. Al final de la cinta, Jaye declara: “… la verdad está en algún punto intermedio. Hay muchas perspectivas sobre las cuestiones de género y creo que vale la pena escucharlas a todas, sin embargo, la conversación está siendo silenciada. No sé a dónde voy, pero sé lo que he dejado atrás. Ya no me considero feminista.”

 

El documental, aunque refleja bastante bien lo que son las posturas de este tipo de organizaciones pro-hombres, tampoco alcanza a ir mucho más allá, el análisis y desarrollo de la temática se queda muy corto. Pero se le puede disculpar a Jaye, esa no había sido su intención, y al final se vio sobrepasada por su propio cambio de parecer. Es entonces que podemos entender el valor de esta producción: Demuestra que una persona puede cambiar sus ideas.

 

En el documental, sí, se revelan muchas de las consecuencias que la ideología de género latente (feminista) está obrando sobre los varones, particularmente sobre el varón heterosexual: El hombre (por su “pasado dominante”) no tiene derecho a quejarse de nada, se cuestionó desde el principio el rol de las mujeres (tener hijos) pero no el de los hombres (proveer y proteger), se acusa al hombre de ser “el opresor que inventó las reglas para beneficiar al hombre” (si fallecen más hombres en el trabajo, guerras, etc. ¿por qué las leyes les iban a beneficiar?), se acusa al movimiento de los hombres de ocultar una “reivindicación blanca”(racismo inverso), las desigualdades legales tan destructivas sobre los hombres en situaciones parentales, etc.

 

Y también se arguyen argumentos demostrativos de la desigualdad siempre generada desde las estructuras estatales y que no se tienen en cuenta por el feminismo: Los fallecidos en guerras (95 %) y suicidados (75%) son mayoritariamente hombres, el caso del avión caído al mar y que dio prioridad a salvar a mujeres y niños (discriminación masculina), no hay reivindicación de la mujer por trabajos más duros (minería, construcción), se oculta que en otras sociedades las mujeres tenían privilegios, la existencia masiva de refugios de ayuda para mujeres (2000) frente a los de hombres (1) a pesar de que los impuestos para su financiación sí son pagados por hombres, se explica que en los años 60’ y 70’ el enemigo era el capitalismo pero con el movimiento feminista pasó a ser el patriarcado, se habla de la esplendorosa industria de “la violencia de género” (mueve más de 1 billón de dólares), el cómo se utiliza la muerte de mujeres para llamar la atención (mientras que la de los hombres se omite, se suele hablar de “civiles”), etc.

 

Hay alguna cosa curiosa. Por ejemplo, Erin Pizzey, la mujer que lleva el único refugio para atención a hombres, afirma que la violencia es consensual en las parejas, y que tiene comprobado que las mujeres son tan violentas como los hombres; o lo que dice Paul Elam (director del MRA) que afirma que la gente no se enoja viendo todas estas injusticias porque no se ve a los hombres como seres humanos; o el caso de un hombre agredido al que la policía le dijo “si ella te empieza a pegar, sal corriendo, porque si ella se rompe una uña, te vamos a arrestar”.

 

¿Pero qué necesitó Jaye para salirse de su cosmovisión feminista? Lo primero de todo, un deseo real de ver la verdad. Jaye se dio cuenta de su propia tendenciosidad cuando escuchaba lo que otras personas hablaban, se dio cuenta de que adaptaba lo que le contaban a lo que su mente quería creer. Es entonces que vemos el segundo requisito para el cambio, una mínima capacidad de introspección y autoanálisis. El ser capaces de ver desde dónde miramos, el ser capaces de mirar nuestra propia manera de reflexionar. El tercer requisito fue conocer de cerca la otra versión, la contraria a la suya. Grabó más de 100 horas de entrevistas y otros materiales, estuvo conversando con “el enemigo”.

 

Seguramente hubo un cuarto aspecto que influyó en el cambio de Jaye: Las presiones que recibió ya desde antes de hacer el documental. Cuando avisó del trabajo que estaba preparando, le decían cosas tales como “no des voz a esos tiparracos” o cosas por el estilo.

 

Finalizado el documental, pronto comprobó cómo se las gastaban los grupos de presión feministas. No es que ella se hubiera hecho antifeminista, ni pro-hombres, sino que había comprendido la nocividad de esos grupos excluyentes, grupos que acaban siendo creadores de odio, grupos que destruyen la base de la sociedad. Pero la buena de Jaye, quizá porque quedó noqueada, o porque no daba para más, no siguió “escarbando en la madriguera”(como ella expresó en el documental”.

 

Qué pena, pues creo que es entonces cuando habrían aparecido las cosas más interesantes. La r.i. ya es conocedora de esa labor destructora que desde el feminismo actúa sobre el núcleo social por excelencia, la pareja heterosexual. Y también se sabe del peligro que supone ponerse en el otro lado de la balanza, el de los hombres desencantados que se consideran víctimas y piden ayuda. Desde el ente estatal, que es quién mantiene y aviva toda esta dinámica, se frotan las manos: Todo juega a su favor, ya sea por el enfrentamiento en el seno de la masa social, el control de la natalidad, la destrucción de la cultura autóctona, etc. (todos indispensables para sus fines). Tanto si el odio crece entre las féminas como si crece entre los varones. Es entonces que se juega en el tablero que quiere el Estado.

 

En el documental vemos cómo los hombres de la MRA están castigados física y mentalmente, deprimidos, deteriorados. Así son esos hombres, unos supervivientes, que se han unido para poder sobrevivir a las desdichas sufridas. Pero su papel de víctimas no parece ser el más envidiable, están pidiendo ayuda al Estado, que les reconozcan sus derechos, que les comprendan, han perdido su capacidad de lucha y combate. No es ese el mejor lugar para iniciar una regeneración, son más bien sujetos dignos de lástima.

 

Ya lo dicen las Bases para una revolución integral (punto 13.1): “Es de sentido común que el sujeto soberano tiene que potenciar sus capacidades reflexivas, emotivas y relacionales; esto es, hacerse virtuoso. La noción de virtud personal es decisiva y uno de sus pilares fundamentales es aprender a convivir, a vivir con el otro y con los otros, expresión práctica del aprender a amar, lo que significa que la soberanía popular resulta ser mucho más que un hecho político”. Y el punto 13.3: “Eliminar esa guerra entre iguales es decisivo y revolucionario. Primero hay que aprender a convivir con las personas más próximas y comprometidas, y después con la totalidad del cuerpo social”.

 

No es éste un documental que trata el tema del feminismo, aunque de pasada lo roza. Lo suficiente como para comprobar el odio, la intolerancia, la intransigencia, la fetidez que exhala. Un fanatismo propio de las más radicales y destructivas religiones habidas en la historia de la humanidad. Es una de las religiones del Estado, y como tal tiene su apoyo, y por ello sus acólitas y acólitos se pueden despachar a gusto boicoteando, censurando, reprimiendo cualesquiera manifestaciones que expresen ideas contrarias a la suya. Para el tema del feminismo, el libro pionero y clave para entenderlo es el publicado por Prado Esteban y Félix Rodrigo, “Feminicidio o autoconstrucción de la mujer”.

 

¿Es entonces posible provocar un cambio de mentalidad, como le sucedió a Cassie Jaye (aunque limitado)? Algo es algo, se podría pensar, y más si observamos cómo se encuentra la situación actual a nivel social. Lo cierto es que, al acabar el documental, Jaye se declara limpia de feminismos, pero se observa que en el fondo sigue desorientada, no ha realizado un análisis profundo del problema, no lo ha comprendido en su raíz. Pienso que es porque tiene miedo a seguir profundizando, comprobó que al nivel que había llegado ya le había supuesto bastantes problemas. No pronuncia ni una vez la palabra Estado, o ideología oficial, o expresiones por el estilo. Se detiene justo cuando se le cae el discurso feminista, y justo cuando se puede amoldar a un nuevo discurso de carácter más bien buenista. Con mensajes del tipo similar a los “luchar por nuestros derechos de igualdad”, “conocer los problemas de los hombres”, “reivindicar la situación de ese grupo discriminado”.

 

En una entrevista que en el año 2021 hacen a Jaye afirma que ya no trata de hacer cambiar de opinión a nadie, pues de nada va a servir. Cree que el método para hacer llegar un mensaje a la gente es hacerles preguntas que hagan pensar, y quizás tras meses o años este sistema pueda cristalizar en personas que quieran ver la realidad desde una perspectiva más libre. Lo cierto es que la propia Jaye solo dio el cambiazo desde un auténtico “tratamiento de choque”. De todas formas, ella reconoce que es muy difícil cambiar la tendencia de las ideas afines al oficialismo pues “nuestra cultura está bombardeada por propaganda antimasculina”.

 

Concluimos, claramente, que la “Redpill”, la llamada píldora roja, no ubica adecuadamente la gravedad que supone el dominio tiránico del poder estatal sobre el individuo, y por lo tanto no es una verdadera “píldora roja”.

 

En base a todo lo mencionado se puede inferir que es la r.i. el movimiento que más y mejores respuestas da a la problemática existente; que quizás haya llegado el tiempo de dejar que sean quienes por sí mismos se hayan desembarazado de sus telarañas mentales los que se acerquen a la r.i.; que solo la r.i. alcanza a desenmascarar las iniciativas que, aunque bienintencionadas, no hacen otra cosa que hacer el juego al poder del Estado; que solo desde la r.i. se resaltan adecuadamente las actitudes valientes y liberadoras, alejadas de planteamientos blandos y pusilánimes, trabajando por un mundo más libre, humano, con equilibrio interior.

 

Herr Doktor

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