Por Alfredo Carreras, lector de VyR
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Ante el avance imparable de los preparativos de guerra mundial, los llamamientos, advertencias y amenazas de unos a otros, es necesario que reflexionemos sobre las causas de las guerras que asolan a la humanidad, y los medios para favorecer la paz, sin caer en la quimera de la paz perpetua, pues los conflictos y las tensiones son inherentes a la naturaleza humana.
En primer lugar nos toca analizar las estructuras que favorecen las guerras, sobre todo las tres guerras mundiales habidas-si vemos la tercera como una guerra no generalizada, sino que se jugó en algunos países hasta la caída del muro-. Y estas estructuras son la voluntad de poder, de dominio, de conquista, de enriquecimiento, las cuales tienen su reflejo en los Estados nación y en el capitalismo-antaño también el socialismo de estado-.
Los Estados son la maximización o la búsqueda de la maximización del poder y la expansión territorial, la gloria o la fama para la posterioridad histórica, la mal llamada grandeza. Todo Estado tiende a la conquista de territorios ajenos, pero sobre todo y principalmente es una herramienta para la opresión y esclavización de la población interior, para lo cual se dota de ejércitos y policía, creados esencialmente para controlar y reprimir a la sociedad interna en primer lugar, y secundariamente entrar en conflicto con otros estados.
Por tanto, la búsqueda de un mundo en paz, o que favorezca la paz mundial, requiere de la superación de esta forma de dominio, del desmantelamiento de las instituciones estatales, de los poderes separados, incluidos ejércitos y policías permanentes y profesionales, y su sustitución por milicias de ciudadanos rotativas, no profesionalizadas, siempre controladas por las asambleas, consejos o concejos de base, con armamento general del pueblo.
También hay que superar la forma capitalista, entendiendo por capitalismo la mercantilización o cosificación de los seres humanos- y por supuesto la guerra económica-, etiquetados en tal sistema socioeconómico como recursos humanos, es decir la esclavitud asalariada hasta donde sea posible, y levantando junto a la democracia política auténtica, directa o de base la democracia económica, el comunalismo, extendiendo la propiedad comunal dirigida y autogestionada por el vecindario y los trabajadores, junto a la siempre necesaria propiedad individual y familiar, forma de garantizar la libertad, la existencia de un espacio íntimo.
Frente a la competitividad, la cooperación y la libre iniciativa. Es decir levantar unas estructuras contrarias a la concentración de poder y al control y el expolio y saqueo de otros pueblos considerados inferiores o llamados tercer mundo, pero también la explotación y expolio de la población del lugar.
Pero junto a todo esto, se requieren más cosas. En primer lugar acabar con la propaganda, sustituyéndola por el libre examen, el libre pensamiento absoluto, lo que implica el abandono de los partidos políticos, en los cuales no hay verdadero pensamiento, extendiendo tal virus de no pensamiento al resto de la sociedad, convirtiéndola en masas fanatizadas a izquierda y derecha.
Pero también la supresión de la propaganda comercial, que busca la creación de necesidades sin fin en hombres y mujeres, atentando también contra la libertad de conciencia.
Hay que reconquistar, en otro lugar, el silencio, pues sin silencio no hay lugar para la meditación y la toma de decisiones colectivas, pero también es necesario para la libertad interior, para buscarse a una mismo, para la paz interior, para buscar la trascendencia, la divinidad, quien crea en ello, pues una sociedad libre requiere de una espiritualidad, de la búsqueda de una trascendencia, frente a la asfixia y la opresión tanto del materialismo ateo como de las religiones. Ambas creencias favorecen la esclavitud y debe irse saliendo de ellas, por supuesto de manera libre, sin la menor coacción o prohibición de creencias, cultos y ritos.
Las televisiones deben emitir unas pocas horas al día, para que el ruido exterior sea el mínimo, y estas pocas horas diarias deben favorecer el amor a la cultura y el debate plural de ideas, frente a la telebasura actual, aunque todo esto, por supuesto debe ser fruto de un proceso de deliberación colectiva y acuerdos democráticos.
Las tecnologías digitales son en gran medidas tecnologías opresivas, que favorecen el control de las autoridades, la coacción laboral y el entretenimiento banal, como las televisiones hasta ahora. Por tanto en lo que respecta al mundo digital podría plantearse su supresión y la vuelta al cara a cara y a las viejas tecnologías de comunicación, o su reducción al mínimo si fuera posible.
La búsqueda de la paz requiere por tanto de una revolución holística, de base espiritual y filosófica más que ideológica, de cambio no sólo exterior sino interior, pues el Estado y el Capital son, en esencia, relaciones de opresión y cosificación. Una revolución que algunas corrientes revolucionarias creían que una guerra mundial podría favorecer. Tal idea sin embargo choca con la brutalidad en los comportamientos humanos y la implantación de una vigilancia y un control totalitario de la población en cualquier guerra, civil y mundial. Cierto que la primera guerra mundial provocó una oleada revolucionaria, pero esta oleada revolucionaria o fracasó, o allí donde triunfó, como en Rusia, creó un Estado totalitario y policiaco de control desconocido hasta la fecha, el régimen bolchevique. Y a posteriori, a causa de sus efectos, favoreció el ascenso y triunfo del nazismo.
¿Estamos seguros que con la liquidación de toda libertad, salvo la de ir a trabajar con justificante en la economía de guerra que viene, con diez o doce horas de trabajo diario, la policía y el ejército patrullando las calles las veinticuatro horas del día, el control total de la información y la comunicación, la censura absoluta, el llamamiento constante a la delación y persecución de disidentes y desertores, con la posible colaboración de sectores de ciudadanos convertidos en espías y persecutores de otros, es factible una revolución de la libertad , especialmente en las ciudades, que no son sino ratoneras en las que hemos sido recluidos para mejor controlarnos?
Una revolución en tal ambiente, es sumamente improbable, además del riesgo de degeneración al que podría verse sometida. Otra cosa, sí, es que no nos quede otro camino que intentarlo en tal situación de desesperación y horror. Pero no deberíamos engañarnos con imágenes idealizadas de un cambio de rumbo en positivo en tal situación. No nos valen las pajas mentales, las fantasías rosadas, sino la aceptación de un intento a la desesperada, en un ambiente nada propicio a ello, de una acción consciente revolucionaria favorecida por la pequeña posibilidad, la única que podría jugar a nuestro favor, de un desmoronamiento del sistema de dominación, de una vuelta de las armas hacia nuestros gobernantes.
No obstante la búsqueda de una civilización vuelta a la belleza, al bien, a la contemplación, al trabajo libre y con sentido espiritual es preferible que se dé, si se da alguna vez, en un ambiente que la favorezca, que no es el del horror, la matanza y movilización a los campos de batalla, de muerte, que es el que nos espera mucho más cerca de lo que pensamos. Y ojalá me equivoque y todo sea un mal sueño.
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