Por Jesús Trejo
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La reciente visita de representantes europeos a El Cairo, llevando “desinteresadamente” un paquete de inversiones de 7400 millones de euros en créditos blandos, inversiones en infraestructuras y ayudas a la vigilancia aduanera, es explicada desde las ONGs (sic) como otro gesto más para impedir el flujo migratorio a Occidente, subvencionando al gendarme egipcio en esa tarea de control y represión frente a lo que dichas organizaciones entienden que es el libre tránsito de personas en busca de la paz, progreso y libertad occidentales.
Con 166.000 millones de deuda, 45.000 de ellos venciendo este año, (el 10% de su PIB) y con solo capacidad para devolver 20.000, Egipto es un Estado maleable por el mejor postor que se ofrezca a desahogar sus onerosas obligaciones con el FMI antes de que éste siga imponiendo sus draconianas exigencias de privatizaciones y devaluación de su moneda, la libra egipcia, es decir, restándole más soberanía y empobreciendo más a su población.
Así que este generoso ofrecimiento por parte de la UE debe verse en este contexto de debilidad estratégica en lo político-económico, y la pregunta es entonces ¿qué busca conseguir la envejecida y desdentada Europa con estas ayudas?
Casi una semana después de cometerse la incursión terrorista de Hamás y otros grupos armados en el interior de Israel, con el saldo final por el lado israelí de 859 civiles, 275 militares y 44 policías muertos (además de 255 rehenes) , el Ministerio de inteligencia israelí esbozó en un documento clasificado un plan para Gaza, donde contemplaban tres escenarios en la posterior represalia militar supuestamente contra Hamás (que de paso se ha cobrado más de 30.000 víctimas civiles palestinas, 8000 de ellas niños):
1) la permanencia de la población en la franja bajo autoridad palestina;
2) la permanencia bajo supervisión israelí;
3) la evacuación masiva hacia el Sinaí egipcio. Esta última opción es la más deseada desde el Estado sionista, pero presenta varios problemas, uno de ellos logístico (la construcción ex nihilo de ciudades palestinas en el Sinaí para tal cantidad de personas) y otro más enjundioso, como es mantener un poso de descontento palestino dentro del territorio egipcio, que conlleve a corto o medio plazo acciones terroristas y que tensen las relaciones Egipto-israelitas. De ahí la negativa, en principio, del presidente egipcio Abdelfatá al Sisi a dichos asentamientos. En principio…
Por ello, esta propuesta parece más bien una cortina de humo para ocultar el verdadero plan de desubicación de la población gazatí, esbozado en el llamamiento de Noviembre de la ministra de Inteligencia israelí, Gila Gamliel, a la comunidad internacional, para que acoja a los palestinos, que temporalmente podrían ser recibidos en la zona del Sinaí, proponiendo una posterior reubicación diseminada entre los diversos países árabes, especialmente Arabia Saudí y EAU, deseosos del valioso capital humano que supondría “acoger” a un importante sector de los dos millones de desplazados, y ocuparlos en sus megalómanos proyectos en que están inmersos como potencias regionales, y dejar que otro sector emigre a Europa, cuya tasa de reposición social ha caído estrepitosamente. O sea, el mercadeo con la mercancía humana.
Aquí entra la visita del pasado 10 de marzo de los representantes de la UE y sus portafolios llenos de euros.
El constante y pertinaz lagrimeo de las manos fuertes de la economía europea, tanto los Estados como sus grandes consorcios multinacionales, llorando por los rincones mediáticos demandando más mano de obra y más afiliaciones a la SS que puedan ordeñar con impuestos y contribuciones a las arcas estatales, es una de las explicaciones que permiten entender la caritativa ayuda de la UE a Egipto.
El desplazamiento forzoso de 2 millones de palestinos gazatíes, a los que se les ha “invitado” a abandonar su tierra convirtiendo en escombros sus viviendas (el 20% del total de edificios han sido absolutamente destruídos, y otro 50% parcialmente dañados), y que dependen en un 80% de una ayuda internacional más exigua (el sábado 23 de Marzo Estados Unidos, uno de los principales donantes, acaba de retirar sus casi 200 millones a UMRA, con la peregrina excusa dada por los servicios de inteligencia israelí de que al menos 7 terroristas palestinos habían sido trabajadores de esta organización), es una perita en dulce para los imperialismos postmodernos, escasos de capital humano por su esterilidad, con la irreversible brecha en la tasa de reposición poblacional ( el promedio mínimo de mantenimiento social de 2,1 hijos está actualmente en Europa…en 0,8), y su debilidad y flojera fisiológica y psicológica , incapaz de enfrentar trabajos arduos y sacrificados, tras décadas de vida muelle gracias al bienestarismo.
Pero para el grueso de la comunidad palestina desplazada, su destino probablemente sea engrosar el sistema de contratación denominado “kafala”, una apenas velada institución árabe que encubre una semiesclavitud, y que domina en tres países: Arabía Saudí, EAU y Kuwait, con más de 25 millones de trabajadores migrantes.
En este sistema el empleador, a cambio de comprometerse en principio a un sueldo y al mantenimiento del empleado, ejerce el derecho absoluto sobre él, apropiándose de sus documentos de identidad y con ello les conmina a someterse absolutamente a sus demandas, en horas trabajadas y de asueto, lugares de labor y residencia, y por supuesto el salario. De tal manera que las promesas de los empresarios, tan vaporosas como sus “bisht” (atuendo de las elites del golfo), se convierten en una pesadilla en la que viven un altísimo porcentaje de los 25 millones de personas desplazadas por trabajo en las monarquías del Golfo, con horarios que alcanzan las 18 horas, hacinados en habitaciones lúgubres y escasos de comida. De días libres ni hablamos...
Los defensores de las teorías del progreso deberían observar con algún detenimiento la realidad del trabajo asalariado, para darse cuenta de que tanto la versión árabe como la versión china, que son los grandes empleadores a nivel mundial, significan una vuelta a la esclavitud más envilecida y deshumanizada, por más que actualmente, y dado que cada vez hay menos “capital humano”, se busque maquillar estos sistemas (el Kafala sufrió alguna leve reforma en Arabia Saudí en 2023, en cuanto a la posibilidad de cambiar de empleador, pero éstos mantienen su total dominio sobre el trabajador).
La sociedad palestina, aunque tiene sus raíces en la cultura árabe, también es consciente de dicha situación, y de ahí que es probable que tenga reticencias a la hora de reubicarse bajo esas condiciones de esclavitud entre sus Estados “amigos”, y que contemplen Europa como una alternativa algo más benévola, aunque más desgarradora.
La migración se está convirtiendo cada vez más en una de las nuevas formas que adopta la guerra asimétrica. En ella los países demandantes en capital humano promocionan desastres en países hasta ahora creadores de vida (africa subsahariana, medio oriente) para crear un clima de tensión y conflictos, que junto a la propaganda desde los media y las ONGs, alientan el insano y traumático desplazamiento. El caso de los refugiados sirios, llenando la bolsa laboral en Alemania, es el último de los ejemplos más llamativos.
Los buenistas justifican la acogida argumentando dos razones: una, nosotros les hemos esquilmado, así que somos responsables subsidiarios de su suerte, y dos, hay trabajos que ya la gente no quiere hacer y es necesario que vengan emigrantes a hacerlos.
Respecto de la primera premisa, ese “nosotros” que utilizan los buenistas como plural mayestático no representa al pueblo. Han sido los Estados y las grandes multinacionales (españolas en nuestro caso) quienes se han lucrado y beneficiado del expolio de materias primas y del comercio privilegiado con los países neocolonizados, fortaleciéndose con ello y aprovechando dicha pujanza para aumentar sus instrumentos de control en las metrópolis, sometiendo más eficazmente a “su” pueblo gracias a poder sufragar toda la parafernalia del Estado de Bienestar.
Respecto de la segunda afirmación que justifica la recepción de emigrantes, es muy curiosa que se use en contextos ideológicos en pro de la justicia social, porque es de un neonegrerismo descarado. Como hay trabajos no cualificados, mal pagados y sufridos, entonces traemos gentes de fuera a que los realicen. ¿Es esto moralmente justificable? Las sociedades bien estructuradas deben aceptar dedicarse a las tareas que demanden sus necesidades, por duras que sean, y no externalizar esos trabajos a otras personas, que supuestamente son “inferiores”, dado que les ofrecemos las labores ingratas, insalubres y duras.
Así que no descartamos que estemos asistiendo a un nuevo tratamiento de shock entre la población palestina, para que tenga que aceptar (por lo militar más que por lo civil) ingresar como mano de obra en las empresas de los Estados que están precisamente apoyando, aunque lo hagan sibilinamente como en el caso de Arabia Saudí o EAU, a sus verdugos.
La rapiña en torno a los recursos humanos se está volviendo cada vez más intensa, y puede que una parte de la saña con que se está aplicando el ejército israelí para con las ciudades palestinas de la franja de Gaza tenga una justificación en el marco de “liberar” más carne proletarizada a las megamáquinas estatales de los aliados sionistas, y que pasen a entrar en la cadena literal ( esclava ) de los sistemas como el kafala, o en las cadenas (más metafóricas) de montaje de los Imperios europeos que se desmoronan .
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