La vivienda, la pobreza juvenil y el capitalismo

Publicado el 1 de febrero de 2024, 20:26

Por Félix Rodrigo Mora

Tiempo estimado de lectura: 15 minutos

 

Tenemos una sociedad fragmentada económicamente por edades: los mayores de 45 años con empleos bien pagados y los jubilados de la clase media y alta, que disfrutan de ingresos crecidos, y los menores de 45 años y los jóvenes, que padecen una pobreza creciente. Es lo que algunos denominan la “brecha generacional”. Éstos últimos conocen un paro del 40-45%, sus salarios, caso de estar empleados, son menos de la mitad de los que tenían sus progenitores para un trabajo similar, solo el 20% han logrado emanciparse e intuyen que no van a percibir pensiones de jubilación; únicamente una minoría reducida puede adquirir o alquilar una vivienda o incluso una habitación, perciben que su situación no solo es mala sino que va a seguir empeorando de por vida; y entre 2,5 y 3 millones han emigrado fuera del país, lo que es una desgracia social inmensa, en si misma empobrecedora, además.

 

Así, se sienten sin futuro, condenados a una existencia precaria y solitaria, con trabajos mayoritariamente afrentosos y neoesclavos, mal pagados y repulsivos, sin posibilidad de vivir de forma independiente y tener hijos. Todo ello es una de las causas de las elevadas tasas de enfermedades psíquicas que padecen, así como de que el suicidio juvenil (directo e indirecto, logrado o intentado) sea la primera causa de muerte en esa franja de edad. Antaño los jóvenes eran rebeldes, hoy son suicidas…

 

La juventud que habita en este país al que llaman España, si no despierta y pelea con furia y persistencia, es una generación agónica, triturada, carente de futuro, condenada a la aniquilación.

 

Alguien ha dicho, al estudiar la situación de la juventud, que “se ha detenido la escalera del progreso”, pero eso no es exacto. Porque la situación no es de estancamiento, de acomodo en un nivel o grado de progreso, sino de regresión y retroceso acelerados. En no muchos años, nuestro país será un territorio de pobres y de hambrientos, de decrepitud y de escasez, Cuando los jóvenes de ahora sean adultos sus vidas serán miserables y aflictivas, de no haber una reacción enérgica, furiosa, heroica.

 

Los salarios escasos, y además descendentes, que perciben los jóvenes se deben a tres causas: 1) el giro que ha dado el capitalismo en los últimos decenios, cuando se ha hecho superexplotador para compensar los rendimientos menguantes de las inversiones, su baja productividad, que es el rasgo definitorio estructural del grancapitalismo contemporáneo mega concentrado; 2) el asombroso conformismo y desmovilización de la juventud, en especial de la juventud femenina, que lo admite todo con una resignación y pasividad que hace muy felices a los capitalistas; y 3) la llegada masiva de emigrantes, que ha hecho descender radicalmente los sueldos y salarios, y que ha modificado el procedimiento con que los empresarios calculan el precio de la mano de obra, pues ya no abonan a sus empleados la suma necesaria para su reproducción, debido a que aquélla les llega en masa y gratis desde fuera del país.

 

El punto número dos es el decisivo. Mientras las y los jóvenes estén convencidos de que tener una o varias carreras, hacer tales o cuales máster y dominar idiomas extranjeros les garantiza automáticamente buenos y lucrativos empleos, la situación será tan lamentable como ya es, e incluso mucho más. Cuando no hay lucha y presión los explotadores se convierten en déspotas abusadores y bajan los salarios más y más, a la vez que endurecen las condiciones de trabajo. Así pues, hasta que la juventud no pase de quejarse y lloriquear en privado por ganar una miseria a incendiar las calles y a acorralar a los empresarios en los centros de trabajo, los salarios no van a subir1.

 

 

La cuestión de la vivienda

 

La actual escasez -institucionalmente promovida- de viviendas y sus precios astronómicos, que además no dejan de ascender, es un fenómeno del conjunto de los países de la Unión Europea. Quienes nos cuentan maravillas sobre la eficacia productiva del capitalismo tiene en este asunto un mentís que les refuta, pues la vivienda, en tanto que mercancía a adquirir en el mercado “libre”, conoce desde los orígenes del sistema económico capitalista precios elevados, que ahora se han convertido es muy elevados, sin que logre ningún resultado perceptible la supuesta eficacia, milagrera, del mercado, ni tampoco el pretendidamente mágico intervencionismo estatal.

 

En la economía comunal disponer de una vivienda no era ningún problema. El suelo no era una mercancía y por tanto no tenía precio, siendo un valor de uso que todo vecino podía tomar libremente para edificar su vivienda, solo con notificarlo ante la asamblea concejil. Las casas se levantaban por medio de la ayuda mutua, de tal modo que la cooperación familiar y vecinal recibida en cada caso por una familia o persona para construir su hogar, era cuantificada en horas de trabajo, a ir devolviendo en tareas de ayuda mutua a realizar durante años. No había uso del dinero, no existían los préstamos, no había hipotecas y, por tanto, había casas para todas las familias.

 

Hoy la vivienda es un asunto de Estado, y solo en segundo lugar un negocio. Cuando el individuo pide un préstamo a la banca, siempre elevadísimo en comparación con su salario, hipotecándose durante decenios, se coloca en una situación que le exige el conformismo, la docilidad, en la sociedad y en la empresa, pues si padece un despido y no puede pagar la hipoteca pierde su vivienda, lo que le puede convertir en un sin techo, en un mendigo, él y su familia, si la tiene. Padecer las hipotecas es una garantía de ley y orden, así como de mejor y mayor esfuerzo laboral. O sea, el hipotecado es el sujeto paciente perfecto para los poderes tiránicos instituidos, y por eso los precios de las viviendas suben y suben, para garantizar la estabilidad social cada vez más afinadamente. Algo similar sucede con los alquileres.

 

Además, cierto es, la vivienda y las hipotecas son mecanismos de sobreexplotación de la mano de obra, lo que se logra con unos costes de aquéllas que son, al mismo tiempo, precios políticos y precios de monopolio, no precios de libre mercado.

 

Son precios políticos porque se utiliza dicho bien básico, la vivienda, para poner una argolla, otra más, en el cuello al trabajador, haciéndole acumulativamente sumiso y desmovilizado. Y son precios monopolistas porque la concentración del capital productivo en el sector de la construcción, así como la concentración del capital financiero, o bancario, que otorga los préstamos hipotecarios, ha sido tan enorme desde 1990 que ya, uno y otro, se han salido del ámbito en el que el mercado libre todavía tenía alguna significación para pasarse al monopolio puro y duro. Que los de la vivienda son precios de monopolio, además de políticos, se manifiesta en todo, no solo en que aquéllos sean cada vez más elevados. También, en la calidad descendente, la fealdad rampante, la creciente pequeñez de los cubículos, meras celdas carcelarias, la espantosa monotonía, etc.

 

Esa combinación de precio político y precio de monopolio hace que el coste de la vivienda no va a descender por causa de los sermones hipócritas de los buenistas, ni por la retórica politiquera de los partidos políticos, mucho menos por montajes para el enriquecimiento particular y la trepa partitocrática2. Sin olvidar que la Constitución, dentro de la verborrea liberticida sobre “derechos” condescendidos y otorgados, propia del liberalismo, anuncia y proclama “el derecho a la vivienda” (artículo 47), nada menos, una declaración muy real y muy práctica, como se puede observar, igual que sucede con los demás “derechos”…

 

La emigración masiva, dirigida a la sustitución étnica de los pueblos europeos y a la islamización/fascistización de Europa, añade más dificultades para que la juventud autóctona pueda acceder a una vivienda. Como es sabido, los Estados europeos dan a los emigrantes, en particular a los musulmanes, una pensión mensual en dinero y además una vivienda, al año de regularizar su documentación. Ello retira del mercado una buena cantidad de inmuebles y casas, que aquellos reciben gratis y que los jóvenes europeos no pueden conseguir, con el encarecimiento general sobreañadido de todo el parque edificado3.

 

Al ser un asunto estructural al poder constituido, de una importancia enorme, el problema de la vivienda es sin solución. La ocupación puede ser un recurso legítimo en determinadas condiciones y para algunas personas, pero ni mucho menos es el remedio definitivo, como lo prueba que, a día de hoy, no lo sea, tras muchos años de practicarlo. Solo una actividad combativa en la calle logrará paliar su creciente malignidad, Y únicamente un cambio radical y revolucionario del orden político, económico y social con la instauración de una nueva economía comunal, tal como preconiza la R.I. (Revolución Integral, en tanto que movimiento), es capaz de resolverlo definitivamente.

 

 

La juventud contra el capitalismo

 

El capitalismo es horripilante, de modo que su destrucción tiene que ser un punto cardinal, central, de cualquier proyecto y programa de regeneración de la sociedad. Aún es más inaceptable hoy, cuando se ha hecho gran capitalismo monopolista, fusionado en lo esencial con el Estado, hiperconcentrado, aplicando unos procedimientos de organización y realización del trabajo que enferman, mutilan y matan a cada vez más trabajadores y asalariados, liberticida hasta el extremo, crecientemente inefectivo, chapucero y disfuncional, en pleno viraje desde el salariado al esclavismo, y mucho más4.

 

Por eso, ya no vamos a admitir más “anticapitalismo” de pega, más frases huecas para engañar, supuestamente críticas, que son un puñado de arena arrojado a los ojos de quienes honradamente desean ver y comprender, resistir y pelear. No podemos aceptar, por ejemplo, más tabarra mussoliniana, fascista pues, sobre que el “anticapitalismo” se concreta en que el Estado “regule” al capital. No. Hay que pasar de la crítica vacía y la palabrería embustera a la formulación de un sistema económico superador del capitalismo, por tanto, contrario y antagónico con éste.

 

En mi libro, de próxima aparición, “Manual de la revolución integral”, ofrezco una exposición completa, de naturaleza programática, sobre el modo de organizar la economía para hacerla de naturaleza comunal, conforme a las condiciones del siglo XXI. Tal materia ocupa un tercio del libro, por lo que es apropiadamente extensa, tocando los asuntos más comprometidos, la producción, el dinero, la tecnología, la distribución, la industria, los servicios, las tareas asistenciales, la producción de alimentos y otros bienes básicos, el trabajo libre, la ayuda mutua, etc. Todo lo importante, en suma.

 

En consecuencia, dicho libro es apropiado para las y los jóvenes que comprendan que deben abandonar su actual letargo, resignación e inacción. En él y con él pueden formarse una conciencia anticapitalista comunal y revolucionaria. Al mismo tiempo, si lo desean, pueden organizarse, convivir y unir fuerzas en el movimiento por la revolución integral (RI), que va a conocer muchas modificaciones y mejoras no tardando.

 

Pero eso, con ser decisivo, no es todo. Hay que expandir la lucha diaria de la juventud, para que se haga respetar y sea respetada, para que los vampiros y explotadores que la parasitan no puedan seguir haciéndolo. Cada joven, ella y él, tiene que hacerse un luchador por la justicia, incluso individualmente, para que allí donde esté alce su voz y levante su mano contra los monstruos, sin temor a la represión, aceptando el envite. Ahí está la otra cuestión clave. Conciencia y lucha, organización y combate.

 

Félix Rodrigo Mora

esfyserv@gmail.com

felixrodrigomora.org

 

 

1 Otro componente aberrante de la sociedad actual es la desmovilización absoluta de la universidad, de la masa estudiantil, en lo político, cultural, social, intelectual, erótico y moral. Desde sus orígenes en el siglo XIX, con las revoluciones liberales, las universidades han sido lugares de rebeldía, acción comprometida, opciones combativas y búsqueda de nuevas vías para el avance de la humanidad. Ahora no hay nada, salvo conformismo, servilismo, silencio, apatía, arribismo, inmoralidad, academicismo huero y falta de creatividad. Esto explica las ya malas y cada vez peores condiciones de vida, trabajo y vivienda de las generaciones jóvenes, pero hay mucho más. Ese estado de resignación y sometimiento a los poderes constituidos, a lo existente, está moldeando un tipo de persona, el universitario de hoy día, incapaz de desear, pensar y construir lo nuevo, lo innovador, lo que es mejor. En consecuencia, resulta ser un factor importante de estancamiento y parálisis, de regresión y empeoramiento, en todos los órdenes de la vida social. En su lunática busca de un poder total y absoluto, los poderes constituidos han metido a las sociedades europeas en una espiral de regresión, retroceso y degradación, en un apocalipsis.

 

2 Una muestra de ello es la trayectoria de Ana Colau, la feminazi/neonazi que en 2009 creó la “Plataforma de Afectados por la Hipoteca” para impedir que las clases populares se autoorganizaran, recibir notables sumos de las inmobiliarias, los fondos buitres y la banca por sabotear las luchas de los sin casa desde dentro e iniciar una muy lucrativa carrera política dentro del partido fascista de izquierda entonces en boga, Podemos. Lo logrado, por y para la gente ingenua (necia y crédula diría) que se sumó al montaje, fue nada, cero.

 

3 En la reciente victoria en las elecciones holandesas del Partido de la Libertad de Geert Wilders, que se declara contrario a la emigración, sobre todo a la musulmana, el asunto de la vivienda ha sido decisivo, pues en Holanda, igual que en los demás países europeos, los emigrantes musulmanes disfrutan gratis de una vivienda, otorgada por el Estado holandés, mientras los holandeses étnicos, u holandeses a secas, no pueden acceder a ellas. Por eso, prácticamente todos los sin techo, mendigos y gente desventurada que han de dormir en los parques, bajo los puentes y en edificios ruinosos son holandeses, no emigrantes. Pero esperar que aquel partido haga “algo” para remediar esa situación es pecar de crédulo e ingenuo, pues dicho politicastro y su partido han llegado para culminar el proceso de islamización/fascistización de Holanda, no para revertirlo, como prometen. Así pues, con Wilders, los pisos y casas serán cada vez más para los emigrantes musulmanes y cada vez menos para los holandeses. Hasta que no haya un alzamiento general insurreccional, como el de Dublín, contra la emigración musulmana violenta y prepotente, acaecido en noviembre de 2023, nada va a cambiar, salvo a peor…

 

4 Un motivo más, este absolutamente intolerable, de empobrecimiento general de las clases populares y, sobre todo de la juventud, están en los ya colosales y aun así crecientes gastos suntuarios y de lujo que realizan los grandes empresarios monopolistas y sus directivos, los jefes de los ministerios y otras instancias estatales, las estrellas del deporte y el entretenimiento, los adoctrinadores del poder mediático, los altos mandos del ejército, la policía y el aparato judicial, los prebostes de la intelectualidad basura, los politicastros/as de la partitocracia, los jerarcas de las universidades y varios más similares. Tales gastos suman muchísimos millones, mientras la gran masa padece una pobreza cada día más grave, por lo que no pueden ser admitidos. Deben ser denunciados y además atacados. Las mansiones principescas de los grupos de superpoder citados son el insultante contrapunto a los chamizos y las chabolas hipercaras en que viven cada día más jóvenes. Y no. NO.

 

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