Por Antonio de Murcia
Tiempo estimado de lectura: 4 min... ¡Y 15 de preparación!
Nuestra península ibérica es todavía, a pesar de lo que está cayendo, rica y variada en culturas, paisajes, climas y costumbres. Bien está que lo recordemos difundiendo sus peculiaridades para su conocimiento y disfrute general.
Los paparajotes son un delicioso postre tradicional de la huerta murciana muy fácil de preparar. La complicación en otras partes del mundo estriba en disponer de hojas frescas de limonero, pero, vamos, nada que no se pueda conseguir. Como el resultado es una fina masa dulce y crujiente con aroma a limón, apetece a todas horas, y más cuando se necesita consuelo.
El origen de la voz ‘paparajote’ es desconocida. Hay quien supone que viene de un vocablo catalán (paparote), con cierta afinidad fónica; otros lo remontan a raíces latinas relacionadas con el papeo; y otros más atribuyen su etimología a la lengua mozárabe. La cosa se complica porque en el habla murciana ‘paparajote’ tiene otra acepción en uso: es el trastorno o indisposición grave que sobreviene de manera súbita. Ahora bien, como invento culinario nadie duda por aquí que debe de ser un invento de los árabes, por las muchas y variadas especialidades dulces que los moros legaron a estas tierras con su sello característico. Aquí cada rincón tiene algún artículo de repostería exclusivo y propio o una variante del de los demás.
Este de los paparajotes que ofrecemos es tan sencillo como exquisito.
Ahí van los INGREDIENTES (para 40 ó 50 unidades):
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Hojas de limonero (ni demasiado duras ni demasiado tiernas)
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½ litro de leche
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½ litro de agua
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3 huevos
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Harina de trigo (la que admita, aprox. 1500 gr.)
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Azúcar (500 gr.)
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Canela en polvo (al gusto)
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Aceite
PREPARACIÓN (15 minutos):
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Lavamos y secamos bien las hojas con un paño.
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Preparamos una bandeja con papel absorbente.
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En un plato mezclamos azúcar y canela (con predominio del azúcar).
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Preparamos la masa una media hora antes para dejarla reposar:
En un cuenco echamos: los huevos batidos, la leche y el agua. Mezclamos bien y vamos añadiendo la harina poco a poco, batiendo hasta que la masa quede homogénea. Añadimos azúcar (unos 100 gr.) y canela al gusto y removemos bien.
Para comprobar que la masa está en el punto se hace la “prueba de la hoja”, que consiste en introducir una hoja en ella: si la hoja se dobla, está demasiado dura y hay que añadir algo de leche. Por el contrario, si se desprende de la hoja, hay que añadir harina. Cuando la hoja queda recubierta de masa (aunque gotee un poco) ése es el punto.
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Ponemos a calentar aceite abundante en una sartén profunda. Cuando está caliente (ni flojo ni fuerte), empapamos las hojas en la masa y vamos echándolas a la sartén. Cuando están doradas las pasamos a la bandeja que hemos preparado con papel absorbente.
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Rebozamos en la mezcla de azúcar y canela y las ponemos en otra bandeja en que las vamos a servir.
Esta es la receta básica. Como es natural, hay algunas variantes que sofistican algo la cosa. Como por ejemplo poner un poco de levadura; o utilizar solamente leche en lugar del agua; o separar las yemas de las claras, para llevar éstas a punto de nieve, y añadirlas en la masa junto con la ralladura de un limón verde…
Es típica una broma que se suele gastar a los amigos forasteros que prueban los paparajotes por primera vez (sobre todo si son inocentes extranjeros) incitándoles a comerse la hoja de dentro porque «es lo mejor». La cosa queda graciosa si se les detiene antes de que intenten masticarla; troca en pesada si no.
En todo caso los paparajotes son una exquisitez, y de poco coste, que recompensa mucho más de lo que exige. ¡Que aproveche!
Antonio de Murcia, 12 diciembre ’23
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